A los que braman con desprecio que no les gusta Twitter, que ahí dentro solo se dicen tonterías y no sirve para nada les hago siempre la misma pregunta. ¿Y a ti? ¿Te gusta la comida que hay en tu frigorífico? (Esta interpelación siempre les descoloca).

Tras un segundo de pausa, un apretar de ceño y otro segundo de duda responden no muy convencidos y casi titubeando: sí, claro. ¿Y por qué?, les insisto. Algunos no contestan y a otros les tengo que ayudar: ¿será porque has sido tú el que ha elegido la comida? Pues con Twitter pasa lo mismo. Exactamente lo mismo.

Aunque Twitter cada vez se quiere parecer más a Facebook, no es lo mismo. Afortunadamente. En Facebook sigues a tus amigos y en Twitter, a los que quisieras que lo fueran. En Facebook no puedes borrarlos, o no deberías, porque para eso son tus amigos, aunque a veces se lo merezcan. En Twitter seguir y dejar de seguir a gente está a la orden del día. Hasta es sano. Por eso en Facebook nuestro muro es impuesto y en Twitter es el que nosotros queremos tener. Como la comida de nuestra nevera.

Nuestras cuentas de Twitter son como un ser vivo. La mía no se parece a la de nadie. Como nuestras neveras. Las vamos rellenando con la comida que más nos gusta. Pero también las vamos construyendo y modelando con el tiempo según nuestros objetivos. Porque esto es importante. Antes de abrirse una cuenta hay que preguntarse para qué la quiero: para chatear con mis amigos, para estar informado, para seguir a expertos del sector en el que trabajo o de alguna de mis aficiones, para todo a la vez? Y según ese objetivo, así seguiremos a otras cuentas. Hay 500 millones donde elegir.

Twitter va mucho de investigar, buscar, encontrar, seguir, dejar de seguir? hasta que logras tener un timeline que responda a esos objetivos que te has marcado. Y después ya es meterlo dentro de tus hábitos de vida como limpiarte los dientes cada vez que comes.

Así puedes enterarte mucho antes que otros de que el pasado lunes Mariló Montero acababa de dar la primicia en su programa de que "la carta de la familia de Asunta la firma un tal Q.E.P.D"; que el martes, cuando dimitió Gallardón, había hasta media docena de trending topics en los que se sacaba punta, y mucha, a la decisión del ministro, mientras otros ya especulaban a qué consejo de administración de una empresa del Ibex se iba a ir, o te ríes un rato con las salidas de los tuiteros cuando el pasado jueves al community manager de la Agencia Efe se le escapó un tuit en el que iba el hashtag #RajoyMariquita.

Esta es la parte más festiva de Twitter, que también la tiene que haber, pero ahí dentro te encuentras con gente a la que merece la pena, y mucho, leer. Gente brillante por lo que dice. Gente brillante por lo que comparte. Gente que tuitea artículos que son almíbar puro. Gente que te ayuda cuando se lo pides. Gente que te da las claves de los acontecimientos que están sucediendo. Lleva su tiempo encontrarlos, pero cuando lo haces ya no los vuelves a soltar jamás.

Por eso no me valen los que aseguran que en Twitter solo se dicen tonterías, que también los hay. Quizá es que no siguen a la gente adecuada. Tampoco me valen los que se quejan de que en 140 caracteres es imposible decir nada. Los hay que con 120 hacen malabares. Solo es cuestión de encontrarlos. Por eso quizá todos esos no tengan que comprarse otra nevera, pero sí hacerse otro Twitter. Y es que el suyo tiene los alimentos caducados.

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