L a idea para este artículo se me ocurrió la pasada semana cuando vi en Facebook -dónde sino se van a ver ahora estas historias- una página de una revista de hace más de 30 años en la que aparecían unos niños, con su foto incluida, que pedían amistad y cartearse con otros niños de su edad. Eso, ahora, sería impensable y casi hasta denunciable. ¿Cómo cambian las cosas? Lo mismo sucede, por ejemplo, con los autoestopistas. Antes era habitual ver a personas al pie de la carretera haciendo dedo. Ahora no me acuerdo de la última vez que vi a uno.

Cuando nació mi ahijada, hace de eso cuatro años, les pregunté a sus padres si les importaba que subiese fotos de la niña a las redes sociales. Contestaron que sí.

Hay quien dice que el primer riesgo de los más pequeños en la red somos los mayores. Si ellos -que son una esponja y todo lo absorben- nos ven compartir fotos sin control en las redes sociales darán por buena esa conducta. Después no les riñamos porque se mandan fotos por el WhatsApp cuando llegan a la adolescencia. Hay también quien asegura que el modo más seguro de publicar una foto de tu hijo en internet es no hacerlo.

Por cierto, ¿alguien se ha imaginado a ese niño o a esa niña, cuando sean mayores, y comprueben que tienen fotografiada toda su vida en internet: desde su primera ecografía, sus primeros moquitos, su primer baño y así hasta el infinito?

Porque lo que sí que hay que tener claro es que una vez que subimos una foto a una red social, cualquiera que sea y aunque tengamos los niveles de privacidad que ni la CIA los podría saltar y solo la compartamos con nuestros amigos, hemos perdido el control de esa imagen y desde ese momento ya es pública. Aunque yo pueda tener cerrado mi perfil de Facebook, nadie puede controlar que mis amigos lo tengan abierto. Sino que se lo digan a la enfermera contagiada de ébola cuyas fotos más personales, y que todos hemos visto, han salido de su Facebook.

Hay un vídeo muy bueno, elaborado por el Gobierno de Paraguay, que intenta concienciar a los jóvenes y a los adultos sobre las imágenes que suben a las redes sociales y el uso que pueden hacer otras personas de ese contenido. Solo dura 47 segundos y se puede encontrar en Google si se teclea Conéctate seguro PY. Después de verlo, la próxima vez que subamos una foto personal a internet nos lo pensaremos dos veces.

Pero tampoco hay que ser muy alarmistas. Hay unas normas básicas y casi de sentido común, aunque muchos mayores no las siguen, sobre cómo subir fotos de menores a las redes sociales. Una de las más importantes es quitar la geolocalización del móvil o de la cámara. Hay aparatos que incorporan en la foto las coordenadas geográficas de dónde se ha sacado. En Twitter, si subes una foto y tienes activada la geolocalización le estás contando a todo el mundo desde dónde estás enviando la imagen. También a los malos.

Tampoco es buena idea publicar una foto del menor en la puerta de su colegio ni en su parque de juegos habitual y que el lugar pueda ser reconocible. Ni con el uniforme del cole ni de su equipo de fútbol. Son pistas que damos a los malos. Tampoco pongamos el nombre y el apellido del menor a la foto. Y algo muy importante. No subamos nunca imágenes de nuestros niños con otros niños. Puede que a sus padres no les guste. Y al protagonista tampoco. Respetemos la privacidad de nuestros enanos que, aunque sean pequeños, también la tienen.

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