Parten de una buena premisa -intentar comer sano-, pero lo llevan al extremo. Comienzan por excluir ciertos productos de su alimentación (la carne o los lácteos) con el fin de mejorar su dieta, pero esta búsqueda de lo saludable termina por convertirse en una obsesión que les lleva a demonizar algunos alimentos, a invertir mucho tiempo en planificar al detalle su menú diario o incluso a dejar de lado su vida social por la necesidad de cumplir con su régimen a rajatabla. Son los pacientes que sufren ortorexia, un trastorno alimenticio que lejos de ser algo anecdótico afecta al 28% de la población de los países desarrollados -uno de cada cuatro- y no deja de aumentar, según informa la Organización Mundial de la Salud. Los expertos alertan de que los efectos en la salud son igual de graves que en otros trastornos como la anorexia o la bulimia porque al contrario de lo que pretenden, al final estos pacientes comen peor que la mayoría de la población. "Las consecuencias físicas pueden ser similares porque llevan a cabo una mala alimentación que puede derivar en desnutrición", señala Mariana Pla Rosso, psicóloga de la Asociación de Anorexia y Bulimia de A Coruña (ABAC), donde también abordan estos trastornos.

La clave para diferenciar a una persona que simplemente se preocupa por llevar una dieta saludable de un ortoréxico está, según los expertos, en que en los segundos, la obsesión por comer sano condiciona otras facetas de su vida. "Son personas muy obsesivas con la calidad de los alimentos, que revisan exhaustivamente las etiquetas, que dedican mucho tiempo a planificar el menú, una actitud que conlleva problemas psicológicos como sentimiento de culpa o ansiedad si no pueden cumplir con esta dieta e incluso aislamiento social, no quedan con gente porque no pueden comer lo que quieren", señala Pla Rosso, quien asegura que "los casos más graves" llegan incluso a comer y cocinar únicamente con determinados artículos que consideran no incluyen sustancias dañinas para el organismo "como los cubiertos de cerámica".

La llegada a este trastorno es similar en la mayoría de pacientes. Con el objetivo de comer sano, comienzan a excluir productos de su alimentación hasta que su dieta se vuelve muy estricta. "Suelen empezar por eliminar la carne y las grasas de su dieta, pero al mes igual quitan los azúcares, después la leche y al final evitan comer cualquier sustancia artificial o que creen que daña el organismo", explica Mariana Pla Rosso.

Paradójicamente con su obsesión por comer sano consiguen todo lo contrario, una dieta con déficits en nutrientes y vitaminas que deriva en graves consecuencias para la salud. "Son personas que realmente llevan una mala alimentación y corren riesgo de sufrir desnutrición, presentan bajo peso, anemia, osteoporosis, hipotensión, amenorrea y a nivel psicológico tienen problemas de ansiedad o angustia", relata la psicóloga de ABAC, quien asegura la mayoría de afectados por ortorexia "son mujeres, jóvenes o adolescentes, y deportistas".

Además, existe un perfil psicológico, unos rasgos de personalidad comunes, entre quienes sufren esta patología. "Suelen ser personas muy perfeccionistas, muy exigentes y muy rígidas", explica Pla Rosso, quien asegura que en los casi veinte años que lleva en activo ABAC han tratado "pocos casos puros" de ortorexia, "porque muchas veces aparecen rasgos de varios trastornos como anorexia u ortorexia entremezclados".

Los expertos reconocen además que pese a su alta incidencia, la ortorexia es todavía una gran desconocida para gran parte de la población. "El inicio de la enfermedad es muy lento y, a veces es difícil de diagnosticar porque los afectados no son conscientes de que tienen un problema", señala Pla Rosso.

Steven Bratman, el médico que acuñó el término de ortorexia a finales de los años 90 después de experimentar él mismo los síntomas, estableció unas sencillas pautas para intentar detectar este trastorno en los pacientes. En este sentido, diseñó un test como preguntas como "¿Pasa más de tres horas al día pensando en su dieta?"; "¿Planea sus comidas con varios días de antelación?"; "¿Considera que el valor nutritivo de una comida es más importante que el placer que le aporta?"; "¿Ha disminuido la calidad de su vida a medida que aumentaba la calidad de su dieta?"; "¿Ha mejorado su autoestima alimentándose de forma sana?" o "¿Ha renunciado a comer alimentos que le gustaban para comer alimentos buenos?", entre otras. Contestar a cuatro preguntas afirmativas indica que hay que relajarse en cuanto al control de la alimentación y responder que sí a todas supone que la dieta supone una obsesión.

Una vez detectada la patología, debe afrontarse con un tratamiento "integral" al igual que ocurre con otros trastornos de la alimentación como la anorexia o la bulimia. "Se necesita un abordaje nutricional y psicológico", señala Mariana Pla Rosso, quien explica que en ABAC, los ortoréxicos también deben pasar por el comedor terapéutico. "Es una parte fundamental de la terapia; se les van incorporando nuevos alimentos poco a poco", señala esta experta coruñesa.