Galicia registra ya el doble de muertes por caídas fortuitas que en las carreteras, y se sitúa a la cabeza de España en fallecimientos por esa causa, que se incrementaron un 115% en una década, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondientes a 2013. El 85% de las víctimas de ese tipo de accidentes supera los 65 años, y la franja de edad en la que se contabilizan más decesos es la situada entre los 85 y los 89 años. "Las caídas en la tercera edad son mucho más frecuentes de lo que la gente cree y constituyen un importante problema de salud pública", asegura José Carlos Millán Calenti, catedrático de Gerontología de la Universidade da Coruña (UDC) y actual presidente de la Sociedade Galega de Xeriatría e Xerontoloxía, quien alerta sobre el hecho de que solo una de cada cinco personas mayores que se caen acude al médico. "Creen que porque no se han hecho daño o porque las lesiones que han sufrido son leves no es necesario consultarlo con un especialista, pero las caídas pueden ser la primera señal de una enfermedad que aún no se ha detectado y, cuando se producen de forma repetida, conducen al deterioro funcional", advierte.

-Las caídas accidentales causan en Galicia más muertes que las carreteras, principalmente en la tercera edad. ¿Hay suficiente concienciación sobre este problema?

-A los gerontólogos sí es un tema que nos preocupa mucho. Las caídas constituyen la principal causa de muerte accidental en personas que superan los 65 años, y están detrás del 75% de los decesos que se registran por encima de los 75. Además, son mucho más frecuentes de lo que la gente cree. De hecho, los datos que manejamos apuntan a que el 15% de los mayores que viven en comunidad -y que, por tanto, son más independientes y se encuentran en mejores condiciones- se caen al menos una vez al año, un porcentaje que se eleva hasta el 50% en el caso de los que se encuentran en residencias. Este tipo de accidentes constituyen un importante problema de salud pública en la tercera edad, hasta el punto de que los especialistas ya consideramos las caídas como un síndrome geriátrico, la misma etiqueta que utilizamos para trastornos multifactoriales como la demencia o la depresión.

-¿Junto con la edad, qué otros factores pueden favorecer las caídas en personas mayores?

-Son varios. Por un lado, estudios científicos han constatado factores de riesgo intrínsecos, es decir, del propio paciente, como haberse caído previamente, padecer más de una enfermedad crónica y precisar más de un tratamiento, tomar ciertos fármacos (como, por ejemplo, antidepresivos) o sufrir problemas de marcha, de equilibrio o de visión. Pero también influyen factores externos, como la presencia de barreras arquitectónicas y obstáculos tanto en el domicilio como en la vía pública, entre otros.

-Las consecuencias de las caídas en la tercera edad no se limitan al plano físico...

-El principal problema es que aunque la mayoría de las fracturas no son graves y el paciente se recupera, estas personas que ya han soportado una caída se convierten en ancianos frágiles con riesgo de caerse en más ocasiones: si sufren más de tres caídas al año, su pronóstico empeora, y los datos indican que la tercera parte precisa hospitalización, ingresa en una residencia o fallece en el año siguiente. Además, pierden la confianza en sí mismos, restringen su actividad física para evitar caerse de nuevo y tienden al aislamiento social.

-¿Hacia dónde se deben dirigir las estrategias preventivas?

-Hay que hacer especial hincapié en la calificación del riesgo de sufrir una caída. Los gerontólogos apostamos por el envejecimiento saludable, y ya no hablamos tanto de dependencia, sino de fragilidad, como un estado de equilibrio que, paradójicamente, puede inequilibrarse en cualquier momento. La tendencia actual es a detectar esas situaciones de fragilidad para modificar los riesgos, con intervenciones clínicas como el examen y modificación de la medicación, el tratamiento de la hipotensión, la administración de suplementos de calcio y vitamina D o el tratamiento de los trastornos visuales, en los casos en los que se han detectado problemas físicos o sensoriales. También es fundamental evaluar a todas las personas mayores que han sufrido caídas para descartar que haya alguna patología de fondo sin diagnosticar, y sensibilizar a la población en general sobre la importancia de permanecer activos a cualquier edad.