Como no podía ser de otra forma el artículo de esta semana va dedicado al tema: la dimisión del concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, Guillermo Zapata, por publicar unos comentarios en Twitter. No voy a valorar si son afortunados o no. Allá cada uno con su conciencia. Además, ya ha habido cientos y cientos de personas que han hecho su juicio. Acertado o no. Eso, en España se nos da muy bien.

Desde hace 6-7 años nos han entregado unas herramientas, que se llaman redes sociales, que vienen sin libro de instrucciones. Para que nos den el carné de conducir necesitamos hacer prácticas. Para ser médico lo mismo. Hasta para ser periodista tienes que pasar por un período de prácticas en el que aprendes, bien o mal, el oficio. Y antes has tenido que ir a la Universidad.

Pero con las redes sociales no ocurre eso. Ahora, tenemos acceso a una impresionante herramienta de comunicación que hasta hace nada no habíamos usado y que nadie había tenido. No tenemos ni experiencia ni referentes de los que aprender -o desaprender- y la manejamos como buenamente podemos a base de errores y aciertos.

Por eso no estoy de acuerdo con los que critican -muchos de ellos no tienen ni cuenta en Twitter y hablan de oídas- que las redes sociales son un gran recinto lleno de personas que insultan y que no tienen educación. El otro día fui a ver un partido de fútbol. El árbitro se confundió un par de veces. Y menos guapo lo llamaron de todo. A un metro tenía a un canijo de cuatro años que lo estaba escuchando todo. Imaginemos que un día nos sirven el café frío en el bar o la cajera del supermercado se equivoca al darnos la vuelta. ¿Comenzaríamos a gritar y a llamarla de todo menos bonita? A ver si va a ser que las redes sociales son, simplemente, un reflejo de nuestra sociedad.

También discrepo de los que aseguran que las redes sociales son el MAL. Sí, así, con mayúsculas. Por cierto, muchos de ellos son medios de comunicación o periodistas que después utilizan las redes sociales para promocionar sus contenidos y... ganar dinero. Las redes sociales no son malas. Es malo el uso que podamos hacer de ellas. Es como si dijesen que los cuchillos son malos porque el asesino utilizó uno de punta afilada.

Por cierto, no todos los que estamos en las redes sociales somos malos, ni delincuentes, ni maleducados, ni queremos quemar iglesias. ¿Si un pequeño grupo de ultras de un equipo de fútbol tira objetos al campo, toda la afición también es una gamberra?

En España somos 24 millones de internautas. Es decir, 24 millones de personas que nos conectamos de forma asidua a internet. De ellos, algo más del 80% usamos las redes sociales. ¿Eso quiere decir que hay casi 20 millones de españoles que son malos e insultan en las redes sociales?

Es cierto que hay mucho bocachanclas por Twitter (también en la vida 1.0), que no piensa ni un segundo antes de publicar un tuit, que se cree que está protegido por el anonimato y que no se para a recapacitar que sus comentarios son públicos. Pero no representan a nadie, ni a ellos mismos. Y por suerte son una minoría.

Lo que sí me preocupa son dos cuestiones. La primera: ¿en qué manos estamos si nuestros políticos -alguno hasta lo ha reconocido en su Twitter esta semana- se han puesto como posesos a borrar cientos de tuits que habían publicado? ¿En qué manos estamos? Y la segunda: ¿qué estará publicando en estos momentos en Twitter ese niño o niña de 15 años que dentro de dos o tres décadas será nuestro presidente del Gobierno?