Si Javier Krahe era tan bueno, ¿por qué no le dedicasteis jamás ni un minuto de vuestra programación, cabrones? Si era "el cantautor de genio más afilado", "un autor de canciones llenas de ironía y originalidad", "el genial escritor de algunas de las canciones más ácidas de nuestra historia actual", ¿por qué es imposible -con una única excepción, hay que reconocerlo, en un reciente En el aire- encontrar imágenes con alguna actuación suya en un plató de televisión en los últimos treinta años para ilustrar la noticia de su muerte? Si el pasado domingo perdimos al Georges Brassens español, ¿por qué cualquier consulta a YouTube nos ofrece montones de actuaciones de Brassens en la televisión francesa, pero no hay forma de encontrar el menor indicio de que ninguna de las cadenas de la televisión española se interesó jamás ni un medio bledo de un comino por el cegador talento del difunto cantautor?

Creo recordar un concierto de Joaquín Sabina en el que, como parte de la escenografía de alguna canción, se veían fotografías gigantes de personajes variados. Al aparecer la imagen de Javier Krahe el público empezó a aplaudir, y Sabina dijo -o yo lo soñé, que tampoco estoy seguro del todo- "no aplaudáis tanto y comprad más sus discos, cabrones". Pues, eso, no alabéis tanto a Krahe ahora, señores y señoras de los informativos televisivos, después de no haberle dedicado en vida ni una centésima parte del reconocimiento que un autor de dimensiones tan colosales merecía. Si se llama papiroflexia al arte de construir figuras prodigiosas con papel, Javier Krahe creó la lexicoflexia y la llevó a sus más altas cimas. Nadie hizo nunca con palabras lo que él fue haciendo álbum tras álbum mientras la televisión promocionaba los nuevos discos de Miguel Bosé. Los españoles se dividieron estas últimas décadas en dos grupos estancos: los que no conocían a Krahe y los que le amábamos con pía devoción. Ninguno de éstos segundos debe su condición a la televisión, que tiene una deuda imperdonable -ésta sí- con aquellos primeros.