Vista hoy, Las vacaciones de una chiflada familia americana es una película de humor blanquísimo que evitaba con mucho cuidado cualquier exceso políticamente incorrecto. De hecho, era más una comedia familiar de toque estilo clásico que una cinta al estilo gamberro que empezaba a fraguarse en los años 80. Casi, casi candorosa. Vacaciones no tiene nada qué ver con ella salvo el punto de partida argumental y además adopta una forma de secuela, no de remake, por lo que reprocharle como se lee por ahí que copia la mayoría de los gags es falso e injusto. De hecho, al final hay incluso un guiño respetuoso al estrafalario coche del original.

Esta puesta al día de las peripecias de una familia por las carreteras del imperio americano tiene un problema importante: su protagonista no tiene ninguna gracia. Ed Helms tiene la vis cómica de una farola. Pero tampoco molesta demasiado. Los créditos, con un gracioso montaje de fotos recortadas con el ordenador que, al verse en su integridad, revelan algunos desastres vacacionales típicos, preceden a una secuencia que homenajea sin tapujos otro título mítico, Aterriza como puedas, pero añadiendo un toque lascivo que se repetirá hasta la suciedad el resto del metraje. Aquí, como es habitual en cierto tipo de comedias made in USA de humor pegajoso se habla de vaginas, besos negros, y penes, hay chistes a costa de perros, vacas y ancianas que pasan a mejor vida, no se evitan las vomitonas ni las bromas sobre homosexualidad, masturbación y pederastia. En fin, todo un poema de gracietas de bar que producen más de un sonrojo por cuenta ajena. Pero no sería justo reducir Vacaciones a esa piltrafilla de penoso gusto. Cuando la película opta por los gags más físicos, remonta el vuelo. Los líos con el GPS y los botones enigmáticos del coche, el duelo con un camionero en plan El diablo sobre ruedas, el baño fétido en una charca de escaso valor terapéutico, la secuencia de la cascada con un monitor de canoa que se ha vuelto chiflado, o, sobre todo, la hilarante pelea entre policías fronterizos de cuatro estados distintos, proporcionan unos cuantos momentos de risa tonta pero contagiosa. Cuando al final se rinde tributo a los personajes de la película ochentera, con Chevy Chase y Beverly D'Angelo reviviendo fugazmente su momento de gloria, Vacaciones invita a la nostalgia de los que vivieron los ochenta como la última década prodigiosa del cine de Hollywood. Pero esa es otra historia.