Los medios de comunicación social vienen haciéndose eco estos días de dos actuaciones que el pianista Gregory Sokolov ha realizado en San Sebastián (día 10) y Santander (día 12). Resulta esperanzador que dos conciertos de música clásica sean noticia. Sobre todo cuando el protagonista no es ni mucho menos un artista mediático que destaque por su apostura y fotogenia o por su provocativa locuacidad. Por el contrario, el aspecto desmañado y un poco osuno, el aire retraído y un tanto arisco de su presencia escénica alejan a Sokolov de esos llamados famosos que han logrado la celebridad acudiendo a ciertos programas de televisión o promoviendo escándalos de los que se hacen eco las denominadas revistas del corazón.

No quisiera pensar que si el acontecimiento musical se hubiese producido en una época del año más activa para los mencionados medios, hubiese obtenido un tratamiento mucho menos destacado, cuando no la más lamentable omisión. Sea como fuere, el hecho está ahí (bien que en un verano huérfano de noticias; incluso, de serpientes) y hay que felicitarse por ello. Sokolov es un grandísimo artista; uno de los más eminentes pianistas actuales. De eso, no hay la menor duda; pero, para los coruñeses, su actuación no constituye algo excepcional, por dos razones. Primero, porque, para nuestra fortuna, el gran intérprete ruso vino en muchas ocasiones a nuestra ciudad donde ha sido larga y generosamente aplaudido por el público coruñés; en alguna ocasión, las reiteradas aclamaciones, han hecho que el programa se ampliase más allá de su término con hasta seis piezas suplementarias. Y, segundo, porque aquí, en A Coruña, como tantos otros importantes artistas, ofreció Sokolov las primicias de su arte en España. Así sucedió también con cantantes de la talla de Mario del Mónaco, Alfredo Kraus o Leo Nucci, por citar tan sólo tres ejemplos.

Hay incluso una tercera razón; y es que a lo largo de los años en que nuestra Sociedad Filarmónica tuvo -y sigue teniendo- a su cargo la responsabilidad de organizar conciertos, han pasado por A Coruña los primeros pianistas del mundo: Rubinstein (al menos, cuatro veces), Magalov, Arrau, Rachmaninov, Cortot, Katchen (al menos, tres veces), Bela Siki, Detlef Kraus, Sura Churkasy, Badura Skoda, Alfred Brendel, Weissenberg, Sandor, Bashkirov, David Lively, José Iturbi, Manuel de Falla. Y muchos otros que sería prolijo enumerar.

Aquellos ciclos de grandes orquestas

Sokolov vino a A Coruña y fue, en efecto la primera vez que tocó en España. Este verdadero acontecimiento ocurrió en el primer Ciclo de Grandes Orquestas. Era el año 1986; el pianista tenía 36 años.

Llegados a este punto, es de justicia recordar que, antes de existir la Sinfónica de Galicia y de que el Consorcio para la Promoción de la Música, de la que ella depende, trajese a la ciudad importantes agrupaciones instrumentales, se celebraron en nuestra urbe varios ciclos de conciertos de enorme trascendencia y categoría artística bajo la denominación de Ciclos de Grandes Orquestas. Tuvieron lugar entre 1986 y los primeros años de la década de 1990. Seguramente, se mantuvieron -aunque al final en franca decadencia- hasta que se constituyó la Sinfónica de Galicia, en 1993 y el Consorcio organizó el ciclo llamado Grandes Conciertos del Palacio que comenzó en noviembre de ese mismo año. Por cierto que, dentro de él, en Febrero de 1994, tocó Sokolov el Concierto nº 1, de Brahms, con la Sinfónica de Galicia, dirigida por Víctor Pablo Pérez.

Aquellos magníficos ciclos de Grades Orquestas hicieron posible que escuchásemos en nuestra urbe a muchas agrupaciones de primer nivel: Royal Philharmonic, Orquesta Sinfónica de Moscú, Philharmonia Orchestra, Filarmónica de Leningrado, Academy of Saint Martin in the Fields, London Symphony Orchestra, Orquesta Nacional de la URSS, Orquesta Sinfónica de la RTV Soviética o I Solisti Veneti e I Musici. Por mencionar tan sólo algunas de las mayores del mundo. Entre los artistas más destacados que nos visitaron con ellas, cabe destacar a los directores, Yuri Temirkanov, Vladimir Ashkenazy, Véronica Dudarova, Maris Jansons, Christopher Hogwood, Iona Brown, Leonard Slatkin, Edmond de Soutz, Evgueni Svetlanov, Vladimir Fedoseev, Claudio Scimone? Y, entre los intérpretes, sobresalieron violinistas, como Midori y Vladimir Spivakov; pianistas, como Gregory Sokolov, Rafael Orozco e Ivo Pogorelich: y, entre los cantantes, el contratenor James Bowman. Tal vez un día alguna institución de las que patrocinaron este admirable ciclo de conciertos (Ayuntamiento, Xunta, Diputación y Ministerio de Cultura) quieran recordarlo con mayor amplitud (un libro, por ejemplo), dada su trascendencia cultural para la ciudad, para la provincia y para Galicia. También colaboró entonces -en días de vino y rosas- la extinta Caixa Galicia; y acaso quien le sucedió, Abanca, quiera recuperar un recuerdo de colaboración que, en tal condición de heredera, le honra.

Sokolov en A Coruña: genios, muy pocos

Tengo localizadas y documentadas seis actuaciones del pianista Grigory Sokolov en nuestra ciudad. La primera, en 1986, en el inaugural Ciclo de Grandes Orquestas; la segunda en 1994, en el Ciclo Grandes Conciertos del Palacio; la tercera, dentro de la temporada de la Sinfónica (al igual que la siguiente), el 4 de febrero del año 2000; la cuarta, el 6 de diciembre de 2002; la quinta, el 5 de mayo de 2006, dentro del IX Festival Mozart, hoy extinto; y la sexta, dos días después, un recital en el Teatro Rosalía. Creo que hay más; estoy casi seguro de que Sokolov tocó en otras ocasiones en A Coruña; pero no dispongo de la información.

En marzo de 1986, tocaba por vez primera en A Coruña y en España la Orquesta Sinfónica de Moscú, dirigida por Verónica Dudarova. Dos programas, los días 3 y 4 de marzo. En el primero, además, de Una vida de héroe, de Richard Strauss, y de la Fantasía-Obertura Romeo y Julieta, de Chaikovsky, el Concierto nº 1 para piano y orquesta del compositor ruso. Lo interpretaba un pianista desconocido, relativamente joven (35 años), que también actuaba por vez primera, llamado Gregory Sokolov. La orquesta, aun sin alcanzar las calidades de la que la había precedido -la Royal Philharmonic- era muy notable; y Dudarova, sin llegar a la categoría artística internacional del que había dirigida la orquesta londinense -Yuri Temirkanov-, era una rectora espléndida. Entre solista y batuta lograron una versión tan maravillosa del concierto de Chaikovsky -cálida, emotiva, brillante, apasionada- que les valió "un verdadero clamor de entusiasmo."

El público de A Coruña acababa de identificar a un pianista excepcional, a un verdadero genio del teclado. Y en las sucesivas ocasiones en que pudo escucharlo, corroboró una y otra vez esta inteligente apreciación.

Por hallarme ausente de la ciudad, no puedo comentar el concierto que tocó Sokolov con la Sinfónica, bajo la batuta de Víctor Pablo, dentro del Ciclo Grandes Conciertos de Palacio, el 24 de febrero de 1994. Tan sólo dejar constancia de esta actuación y lamentar no haber podido escucharle el Concierto nº 1 para piano y orquesta, de Brahms, del que sin duda haría una admirable recreación. El acto musical se completó con la Sinfonía nº 9, del Nuevo Mundo, de Dvorak. Este otro Ciclo, de vida efímera -probablemente sustituido por el Festival Mozart-, trajo en su primera edición a la ciudad diez conciertos espléndidos: la Bayerische Rundfunk, dirigida por Lorin Maazel, la Orquesta Filarmónica Checa, con Albrecht al frente; la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo, con Badura Skoda como solista; la de la Radio de Frankfurt, bajo la batuta de Inbal; y la Orquesta del Siglo de las Luces, con Brüggen.

El 4 de febrero del año 2000, la Sinfónica, bajo la batuta de Tamás Vásáry, interpretó la obertura de Don Juan, de Mozart; la Tercera Sinfonía, de Chaikovsky; y el Concierto nº 1 para piano y orquesta, de Chopin. La versión del pianista fue maravillosa. Podía leerse en Mundoclásico.com: " Hablemos de la increíble manera de apoyar los dedos sobre el teclado; del refinamiento dinámico; de la asombrosa levedad de sus pianísimos; de los diferentes colores obtenidos en los distintos registros del instrumento" (?). "Después del primer bis, un Nocturno, de Chopin, el público quedó suspenso (?) Y después de un instante de perplejidad, de estupor ante tanta belleza; tras esa décima de segundo imprescindible para que se produzca la síntesis crítica de lo que acaba de escucharse, y se identifique como excepcional, surgió plena, incontenible, unánime, la aclamación".

El concierto del 6 de diciembre de 2002 fue excepcional: la Sinfónica se adhería a la petición para que la Torre de Hércules fuese declarada Patrimonio de la Humanidad. Y además las versiones del Concierto nº 5 para piano y orquesta, de Beethoven (solista, Gregory Sokolov) y de la Sexta Sinfonía, de Bruckner, fueron memorables. Bajo la batuta de Víctor Pablo, tocó el pianista petersburgués el Emperador. He aquí algunas apreciaciones críticas que publicó LA OPINIÓN: "Ha vuelto Sokolov. Fiel a sí mismo: aspecto huraño, expresión severa e inmutable, sorprendente parecido físico con Charles Laughton (similar gesto despreciativo), particulares actitudes ante el público? Y siempre genial ante el teclado sobre el que se abalanza como si quisiera asumirlo, incorporarlo. Y tal vez lo hace: su versión del Emperador, para la memoria."

El 5 de mayo de 2006, el gran pianista ruso tocó en el Palacio de la Ópera, inaugurando el noveno Festival Mozart. Le acompañó la Sinfónica de Galicia, dirigida por Víctor Pablo Pérez, en el Concierto nº 23, KV 488, del músico de Salzburgo. Se completó el programa con las oberturas de Los esclavos felices, de Arriaga, y de Una cosa rara, de Martín y Soler; además, la Sinfonía nº 40, KV 550, de Mozart. Decía entonces la crítica de LA OPINIÓN: "Las repetidas aclamaciones fueron correspondidas por Sokolov con un vals y una mazurca, de Chopin; en ésta, se puso de relieve el toque cristalino del pianista ruso en las refinadas ornamentaciones y sobre todo en unos trinos perfectos resueltos mediante límpidos mordentes circulares". Dos días después, el pianista ofreció un recital en el Teatro Rosalía Castro, donde tocó obras de Bach, Beethoven y Schumann. El éxito fue de tal naturaleza, que el ruso ofreció hasta seis bises; eran las once y media de la noche y nadie se movía; todos lo aclamábamos. LA OPINIÓN recogía la siguiente conclusión crítica de un concierto memorable: "Pianistas hay muchos; buenos pianistas, bastantes; genios, muy pocos. Él es un genio. Capaz de transportarnos a otra dimensión tocando a Bach."