Tía Paca. Una caída en el baño es alta y potencialmente peligrosa. Los resbalones en la ducha, los vahídos ante el espejo, no entienden de extracción social, nos igualan a todos. Berlusconi, sin ir más lejos, sufrió uno de estos accidentes sanitarios hace unos pocos años. La fallecida duquesa acabó con sus nobles en el suelo al acudir al WC en un hotel de Roma. Hasta las top models se hacen de carne (poca) y hueso (más) aferradas a una cortina de ducha. El cotizadísimo trasero de Cara Delevingne se encontró con el frío mármol tras una noche de fiesta. María José Campanario protagonizó un desmayo, se desplomó, se golpeó la cabeza en la toilette de su hogar familiar jerezano. Fue ingresada, estuvo en observación, regresó al hogar familiar jerezano. Hasta ahí, un incidente doméstico sin más. El enigma, el misterio, la cara oculta de la Luna, la porción de iceberg por emerger, a juicio de las hornadas de tertulianos del corazón, estriba en la causa del desfallecimiento. Y es ahí donde irrumpe una figura enorme, poderosa, brutal. La tía Paca. Quédense con este nombre. La tía Paca -que será familia carnal de la aludida, pero bien podría ser un avatar, la parte por el todo- habla de su sobrina. Y opina de la niña y de sus cosas con Jesulín. Lo que harían todas las tías Pacas del mundo. Se corona, así, como símbolo. ¡Emoticono ya!

Oprah. AR, ascendida al Olimpo de las mujeres únicas que prescinden de apellido, suficiente el acrónimo, se permite descender de vez en cuando. Ana Rosa baja a los pisos de VPO de la gente del pueblo, en tanto en cuanto lo sea el líder de Podemos, con muebles de la abuela y en la cocina -pegados con celo- unos pósters muy 80's. Desciende, y el podemita se presenta solo para sus ojos como ante nadie: rendido, indefenso como Sansón en manos de Dalila, con el pelo suelto, la coleta deshecha. Y, ahí, sabiéndose una privilegiada, AR frena. Se detiene, entre mandatarios, consciente de formar parte de la historia, de tocar cacho, de Rajoy a Pedro pasando por Iglesias, así gane el que gane. Le preguntan por Rosa Benito, otrora colaboradora. Antes dedicábamos más tiempo a los personajes, ahora somos más de periodistas. Dice. Nuestra Oprah.

Revival. Se han puesto en marcha. La niña, el niño, la sobrina, la amiga, las fans. Ha sido decir el juez que Maribel se queda donde está y organizarse una campaña clamando libertad para la canora enjaulada. Mientras, siempre podría volver a los escenarios Agustín. Y es que, de ser cierto lo que dice la pandilla de Jorge Ja -cuyas críticas teatrales son similares a las que obtuvo Jesulín en la canción- Agustín cantante cotiza al alza. Las diatribas de Chabelita le han devuelto al candelabro (Mazagatos dixit). Una multitud clama que vuelva Piel canela. Habrá que suscribir la moción. Por no delegar la pervivencia del apellido musical en el hijo. Más que nada.

El vestido. Dicen que a la exmodelo y presentadora de talents culinarios -guapa ella, guapa él, no siendo él el bueno de Pepe Rodríguez precisamente- se le amontonan los vestidos de novia sobre la cama. A Eva González no le pasará lo que a Belén Esteban, que las firmas de postín renegaron de ella y a un tris estuvo de bordarse a mano la dote. Los más avezados observadores se han apresurado a señalarle a Eva, por proximidad, una firme candidata: su cuñada, señora de torero, diseñadora reciente, madre reciente, famosa reciente, antiguamente conocida como abogada anónima. Hágale la princesa del pueblo, que tanto tiene en común con ella -exmujer de diestro, rostro televisivo- el favor de llevársela de rebajas. Siquiera sea.

La fábula. La tortuga Bertie, tan británica como el té o Kate Middleton, se ha convertido en la estrella de la nueva lista de los récords Guinness. Desdiciendo la tradición, el prejuicio y la difamatoria fábula, es el quelonio (con perdón) más rápido del mundo. En el libro también han entrado con todos los honores, entre otros, un tipo que calza un 59 y un conejo de Angora con las greñas más largas que las extensiones de una tronista. Propuesta de candidaturas para la próxima edición: Ana Obregón, pero no como madrina, que lo fue, de una mastodóntica paella para 110.000 almas, sino en número de posados veraniegos (con cariño para Anita, que pasa un mal momento familiar). Nacho Vidal, por motivos obvios. La Esteban y Paquirrín, disputándose en dura pugna el mayor número de faltas de ortografía. Alberto Isla, por la vida matrimonial -gestación frustrada incluida- más efímera de la historia, lo que le duró un plató de segunda. Isabel Preysler, no por maridos, en cantidad y calidad, ni por photocalls y/o photoshops, sino por su condición de poseedora de la casa con más inodoros del orbe. Amén de la más alta ingesta de pastillas de vitaminas. Su Varguitas queda fuera. Por ahora.