Son la esencia del Tercer Sector, el motor incombustible de las ONG. Sin ellos, las entidades de acción social no podrían desarrollar su labor. Los voluntarios donan parte de su tiempo libre para mejorar la vida de quienes más lo necesitan. Y lo hacen sin contraprestaciones, motivados, únicamente, por sus ganas de ayudar. En Galicia este escuadrón solidario supera los 38.800 miembros, cuyo esfuerzo se reparten 869 organizaciones, según los datos hechos públicos ayer por la Consellería de Política Social, con motivo del Día Mundial del Voluntariado. Las tareas de las que se encargan son infinitas: desde ayudar a niños a hacer los deberes, acompañar a maltratadas al juzgado o visitar a enfermos de cáncer en su domicilio o en el hospital, hasta limpiar ríos, enseñar español a inmigrantes o dar conversación a personas sin hogar.

"Los voluntarios son el puntal y el mayor tesoro de nuestra organización", destaca la coordinadora de voluntariado de la Junta Provincial de la Asociación Española contra el Cáncer en (AECC) en A Coruña, Belén Lerma. "Son la base de nuestro trabajo; consiguen que, con los mismos recursos, estemos apoyando cada vez a más personas, algo especialmente importante en los últimos años, cuando las necesidades económicas y sociales están haciendo un daño mayor en nuestro entorno más cercano", añade el director provincial de Formación y Voluntariado de Cruz Roja, Pedro Giménez.

Ambos coinciden en apuntar que el perfil del voluntario ha cambiado significativamente en los últimos años. "Antes la gente que se ofrecía para acompañar a enfermos de cáncer eran principalmente mujeres, con edades comprendidas entre los 50 y los 70 años. Ahora también tenemos muchos jóvenes, y cada vez más hombres están concienciados. De hecho, en el carrito Don Amable -un servicio que la AECC presta a los pacientes que reciben tratamiento en el Centro Oncológico de Galicia, todas las mañanas, de lunes a jueves-, hay un turno de voluntarios que es completamente masculino", apunta Belén Lerma, quien admite, no obstante, que un porcentaje significativo de voluntarios son personas que, en su momento, también tuvieron que hacer frente a la enfermedad. "Son muchas las personas que, una vez superado el cáncer, deciden ayudar a otros que se encuentran en esa situación", indica la coordinadora de voluntariado de la AECC en A Coruña, y añade: "En mayor o menor medida, casi todos los voluntarios de la asociación han tenido cierta relación con esa dolencia, en su familia o porque alguna amistad cercana la ha padecido".

Flexibilidad de horarios y ausencia de remuneración económica definen la labor de los voluntarios. La legislación estatal establece que este colectivo nunca podrá ocupar el puesto de trabajo de un asalariado. Por ello, gran parte de las entidades fijan unas horas máximas para colaborar -suelen ser tres a la semana- y que las tareas que desempeñen no requieran -excepto en ciertos programas, como los servicios de emergencia como el de Cruz Roja- formación previa. La mayor parte de las organizaciones solo exigen que los futuros voluntarios pasen una entrevista personal, para definir qué tipo de proyecto se adapta mejor a su perfil, que mantengan el contacto con las personas que coordinan su proyecto y que cumplan los compromisos que adquieren, libremente, al inscribirse en el programa de voluntariado.

Los voluntarios no son técnicos y por ello, su papel se limita, muchas veces, a dar conversación, escuchar o intentar sacar una sonrisa a colectivos con problemas como menores, inmigrantes o personas hospitalizadas. Un sencillo gesto, pero muy importante para quienes lo reciben que no dudan en valorar y agradecer esta atención.

La coruñesa Puri Pérez, que colabora con la Junta Provincial de la AECC en A Coruña, visitando a enfermas hospitalizadas en la Unidad de Mama del Abente y Lago, sabe bien lo que esto significa. Antes que voluntaria, fue paciente. "Cuando hablas con alguna enferma que está muy nerviosa y le explicas que tú también has pasado por esa situación y que ahora estás bien, y ves que poco a poco esa persona se va tranquilizando y que al final incluso te despide con una sonrisa, eso no hay dinero que lo pague", sostiene. "El objetivo de nuestro voluntariado es, muchas veces, simplemente animar al enfermo y a sus familiares mientras se someten a la quimioterapia o hacer compañía a pacientes ingresados que no tienen a nadie de su entorno cerca", añade Belén Lerma.

Por tratarse de algo tan sencillo de ofrecer, los voluntarios coruñeses insisten en que no hay excusas para no colaborar. "La falta de tiempo no puede ser un argumento porque con un par de horas es suficiente y el horario es flexible", sostiene Susana Bravo, compañera de Puri en la AECC, quien asegura que el voluntariado, además, "engancha". Una opinión que comparten Federico Porto, voluntario de Cáritas Interparroquial de A Coruña, y Pitusa Balseiro, también de la AECC. "Si un día por el motivo que sea no puedo ir al hospital, siento que me falta algo", resalta.

Unos y otros coinciden en que la experiencia "merece la pena". El voluntario aporta su granito de arena a la labor social que desarrolla una organización, pero a cambio recibe "mucho más". "Es algo que te enriquece como persona, te ayuda a sentirte útil y te enseña a valorar lo que tienes", sostiene Celestino Vázquez, voluntario de la Junta Provincial de Cruz Roja. "El simple hecho de pasar un rato en el hospital con un enfermo y ver que cuando te vas sonríe y te da un abrazo tremendo ya es un chute de energía brutal", añade Magdalena Raposo, quien considera que el voluntariado "es tan beneficioso que debería ser obligatorio". Por eso animan a otras personas a convertirse en donantes de tiempo. Ellos lo tienen claro: la ayuda es recíproca y las dos partes acaban ganando con la experiencia.