El uso que la población hace de las redes sociales preocupa mucho a los políticos. Demasiado. A calor de los atentados de París, la última ocurrencia ha sido plantear que, en caso de imponer un estado de excepción en España debido a una amenaza terrorista, se puedan cerrar páginas webs, espiar comunicaciones y suspender la actividad de redes sociales como Facebook y Twitter. Todo ello sin autorización judicial.

La idea ha salido de Juan Carlos Girauta, de Ciudadanos, quien la defendió en la Cadena Ser con el argumento de que los terroristas islámicos utilizan las redes sociales "para reclutar, difundir su doctrina u organizar atentados". Nadie niega que las usen para todo lo anterior, pero intervenirlas y que se supriman las libertades de toda la población es otra historia diferente. Porque, sobre todo, si al final se realiza se estará haciendo lo que los terroristas quieren: acabar con nuestra libertad. Actuar pero sobre todo legislar en caliente nunca es bueno.

Suspender la actividad de las redes sociales es como poner puertas al mar. Supongamos que el Gobierno interviene Facebook y Twitter. ¿Qué hacemos entonces con WhatsApp, LinkedIn, Instagram, Pinterest, Line o Telegram? ¿Y con Skype, Google+, YouTube, Snapchat, Messenger, Viber, Vine...?

Porque, a no ser que le demos al interruptor de apagar todo internet, es complicado suspender la actividad de todas las redes sociales. Una idea sería requerir a todas las operadoras de telefonía que dejasen de ofrecer sus servicios, pero tampoco lo voy a decir muy alto no vaya a ser que les guste la idea.

La ley ya permite ahora cerrar páginas webs y espiar comunicaciones, pero siempre con una orden del juez. Porque ¿quién garantiza que un Gobierno con todo el poder en sus manos bajo un estado de excepción no cerraría otro tipo de webs? Desde los atentados a las torres gemelas de Nueva York, en septiembre de 2001, no hacemos más que cambiar libertad por seguridad, pero los resultados no llegan.

Países como China, Irán o Corea del Norte, todos ellos muy democráticos, limitan el acceso a las redes sociales. Venezuela o Cuba las controlan férreamente y bloquean determinados contenidos. Turquía intentó aprobar una ley para prohibir el uso de Twitter. Antes ya la había bloqueado unas cuantas ocasiones. Egipto suspendió Twitter en 2011 durante la Revolución de los jóvenes... Ejemplos hay muchos, desgraciadamente. Y es que ese afán por controlar la libertad de expresión de la población siempre ha sido un caramelo muy dulce.

Además, las grandes redes sociales, como Facebook o Twitter, cuentan con sus propias herramientas para denunciar contenidos que no sean adecuados. Y son los propios usuarios los que se convierten en los guardianes.

Antes que limitar el uso de las redes sociales es mejor pedir ayuda a través de ellas. Durante una operación antiterrorista días después de los atentados de París, varios usuarios de Twitter estaban informando en directo de las acciones de las fuerzas del orden en Bruselas. Estas, a través de su cuenta de Twitter, solicitaron la colaboración ciudadana para que no se diese información que pudiese ser utilizada por los terroristas. Y la población, esa misma a la que se quiere suspender las redes sociales, obedeció y reaccionó publicando fotos de? gatos. Fue su especial forma de ayudar en las investigaciones.

Un día después, la cuenta de Twitter de la policía belga publicó una foto con un cuenco lleno de comida para gatos y el siguiente texto: "Para los gatos que ayudaron ayer por la noche? Sírvanse ustedes mismos".