Sí, sí, sí. Unas elecciones generales todos los años en estas fechas. O tres o cuatro días más tarde incluso. ¿A qué ustedes no se han dado cuenta de que ya estamos metidos hasta las trancas y barrancas en Navidad? Creían que esas luces que alumbraban las calles de sus ciudades formaban parte de la campaña de algún partido emergente o sumergido, ¿eh? Donde normalmente sonaban irritantes villancicos, este año sonaron irritantes himnos electorales en texto y contexto, discurso y metadiscurso semejantes a los anteriores. ¿A que nunca se había hablado menos del anuncio de la lotería, del de Freixenet? ¿A que nunca se había hablado menos del anuncio de Campofrío? Claro, porque los anuncios publicitarios esta vez nos han intentado vender otro tipo de chorizos y de otra manera. Las ciudades se han engalanado, pero es la cara de Rajoy y de Sánchez la que cuelga de las farolas en vez de la de la Virgen y San José. Me ha contado un amigo que ha visto en alguna fachada una nueva versión de los muñecos de Papá Noel que cuelgan de las ventanas en donde es Pablo Iglesias el que se pretende colar en la casa del votante.

En Zapeando sí han puesto iconografía luterana por doquier, pero en Al rojo vivo, no. Las televisiones no se atreven a desear felicidad a sus espectadores, no vaya a considerar la Junta Electoral Central que se está haciendo propaganda electoral. Los maratones vuelven a ser carreras deportivas y nadie se le va a ocurrir hacer resúmenes del año hasta las once de la noche del 31 de diciembre. ¿Recuerdan a aquellos practicantes que nos daban un cachete en el culo antes de ponernos la inyección, para que un dolor leve enmascarara a un dolor mayor? Pues este año el debate Rajoy-Sánchez fue el cachete que va a hacer que Felipe VI nos cuele su mensaje navideño sin hacernos casi daño. Está claro: el mejor resultado electoral de esta noche sería el que diera lugar a un gobierno débil que tuviera que dimitir en pleno en septiembre y convocar nuevas elecciones generales para el 25 de diciembre de 2016. Y otro año sin Navidad. Sí se puede.