Su amigo José Martín no se creía cuando se enteró de que su administración, la número 2 de Roquetas del Mar (Almería), había repartido casi de manera íntegra el Gordo de la Lotería de Navidad, y Alejandro Fernández Figueroa tampoco. Este empresario vigués afincado desde hace muchos años en Brasil apenas podría explicárselo anoche, cuando en conversación con este diario viajaba en un taxi desde el aeropuerto de Sao Paulo hasta la megalópolisis, donde reside y posee buena parte de sus negocios, entre ellos, una de las mayores salas de fiestas del país: "Te digo que no me lo creo. Si hace un par de horas que estaba tranquilamente con mi familia a bordo de un crucero. Pero debo reconocer que tenía una corazonada", confesaba con un apreciable nerviosismo.

Todos los años prueba suerte en la lotería. Dice que sin fijarse mucho en los números ni dónde adquiere los décimos. Pero en esta ocasión fue diferente. Hace mucho tiempo que Fernández Figueroa conoce a José Martín. Cuenta que su amigo posee gimnasios en Sao Paulo, ciudad que ahora visita cada dos meses, desde que decidió jubilarse y abrir la administración de lotería que regaló una auténtica lluvia de millones en la localidad almeriense. "En julio ya me dijo que tenía que comprarle unos décimos. Al principio pensé que estaba de coña con eso de que se había hecho lotero, pero tanto insistió que le compré los décimos", recuerda. En concreto 10 del número 79140 que llegaron por Seur desde Roquetas del Mar.

Para demostrar de que albergaba la esperanza de que le tocase algo, días antes del sorteo reveló a sus empleados: "¡Ojo! Que este año parece que me va a tocar". También se lo confesó a algunos de los numerosos amigos que conserva en Vigo, con quien suele reunirse precisamente por esas fechas en torno a un buen cocido o una lampreada. "No sé por qué razón pero así lo sentía", apunta el fundador de la sala de fiestas Nova Olimpia, entre negocios florecientes de los 70 en adelante.

Tal vez por ese pálpito decidió introducir los números en la maleta que se llevó en el crucero que disfrutaba hasta ayer junto a su familia. "Me hice fotocopias de los décimos", concreta, sin darle importancia a su acertada previsión.El reloj de abordo marcaba cerca de las diez en aguas próximas a Bahía cuando al canal español conectado en ese momento en el televisor no paraba de rotular el número agraciado por el Gordo. "Me sonaba 79140. No estaba seguro pero no paraba de darle vueltas", dice.

Tardó poco tiempo en confirmarlo. Por muy bien que le vayan los negocios y aún disfrutando de una travesía en medio del atlántico, subió a la habitación a cotejar los números. ¡Y bingo!, o mejor dicho, ¡el Gordo!