Actitud positiva

Las fiestas navideñas no son para perder peso, esto está claro, pero tienen cosas positivas desde el punto de vista dietético. Durante las Navidades se compran a menudo alimentos de más calidad que la habitual, se disfruta de unos platos inexistentes el resto del año, se planifican los menús... Eso sí, hay que dejar las dietas para después. Llegar al final de las fiestas igual que antes de empezar es perfecto, pero si no es exactamente así, tampoco es tan grave.

Compensar

Ante la realidad de los extras, lo más efectivo es disfrutar de la mesa con normalidad y compensar después. Nada impide después de la cena navideña de trabajo, de un picoteo extra o de una comida demasiado generosa, seguir al día siguiente una dieta más ligera. En realidad, esta filosofía de compensar es efectiva todo el año. Y hacer un menú para compensar puede ser muy sencillo.

En la mesa: relax

El estrés cotidiano hace que comamos mal y que la digestión sea más problemática. Tampoco las comidas navideñas son siempre tranquilas ni relajantes, pero hay que intentar guardar cierta calma que ayudará a comer tranquilamente, masticando y sin arrasar con la comida, recordando que llegar al ágape con un apetito desencadenado no ayuda. Ante la mesa festiva, tranquilidad, bajar decibelios y disfrutar.

Agua omnipresente

El agua y la fruta no son incompatibles con las comidas familiares. Fotos: Getty Images

El agua no adelgaza, pero, además de hidratar, tiene numerosos efectos positivos. El más obvio es que llena el estómago, por lo que beber antes de un banquete es una buenísima idea. También porque, si se bebe agua, se tomarán menos bebidas alcohólicas y el alcohol se absorberá con más lentitud, por lo que el estómago y todo el organismo lo agradecerán. Un recurso fácil: tener siempre el vaso de agua en la mesa lleno.

Aperitivos inteligentes

El aperitivo es a menudo el causante de muchos excesos y el culpable de que no se pueda llegar al final del menú. En teoría, el aperitivo es para esperar a que todos los comensales estén en la mesa. Ante un aperitivo grandilocuente es mejor optar por el marisco y el pescado, e incluso así, hay que limitarse a degustar, a acompañar la posible primera copa.

La individualidad tiene sus ventajas

Nada mejor que emplatar la comida en la cocina para que se eviten excesos. La fuente en la mesa es una maravilla, pero es también un estímulo visual constante. Una buena solución es exhibir primero y repartir para cada comensal después sin dejar el excedente en la mesa. Lo mismo puede decirse de las fuentes con pan y de las grandes salseras. Las raciones individuales de pan son estéticas y permiten una mejor dosificación. Una pequeña cantidad de salsa en el plato da un toque de color y evita el consumo excesivo. Recordemos que la comida a la vista hace que muchas veces se coma sin apetito.

La fruta también existe

La fruta, al igual que la verdura, puede entrar perfectamente en un menú festivo. No sólo porque es deliciosa y versátil sino también porque ofrece grandes ventajas. Una ensalada de fruta antes del postre limpia el paladar, refresca, tiene un claro efecto saciante y hará que el banquete sea más llevadero. Además, quedará menos espacio en el estómago para el resto de los postres.

Alcohol: mejor calidad que cantidad

Se puede disfrutar del alcohol sin caer en el exceso. Foto: Getty Images

Que las bebidas alcohólicas forman parte de la fiesta es evidente. Pero se puede disfrutar de los placeres del vino o el cava sin caer en el exceso absurdo. Saber beber es beber despacio, saboreando, apreciando lo que hay en la copa y disfrutando de todos sus matices. Existe la idea de que la celebración conlleva cantidad, pero utilizar el agua para la sed y el vino para disfrutar es ya un buen comienzo. Además, para que la comida sea festiva no es imprescindible que haya un despliegue de bebidas alcohólicas. Quizá tan sólo que las que haya sean de calidad.

Postres dulces: partir, repartir y compartir

No hay que renunciar al turrón ni a los caprichos tradicionales. Faltaría más... Pero sí que se puede disfrutar con dosis pequeñas y variadas. Además, este tipo de dosis tienen la ventaja de que permiten degustar más variantes y dan más información de la cantidad ingerida. Claro que si la dosis dulce excesiva es inevitable, siempre queda el compartir, que incluso en las mesas festivas y aunque sea poco protocolario es muy efectivo. Más que reprimirse ante el plato más azucarado, hay que moderarse.

La palabra imprescindible: actividad

Una de las ventajas de la Navidad es que hay más tiempo libre. No hace falta que nos castiguemos con una sesión de spinning o zumba si no nos apetece. Actividad física no siempre equivale a gimnasio o a deporte. Cuidar el jardín, ver un museo, jugar con los niños o comprar en una gran superficie pueden ser también formas de actividad física que el cuerpo agradece.