El dolor crónico es el talón de Aquiles al que Ana Vázquez se lleva enfrentando casi toda su vida. A los 7 años le diagnosticaron la enfermedad de Still, una versión grave de la artritis idiopática juvenil. Un adversario silencioso e invisible, que ataca a sus articulaciones, cuyas dimensiones sólo ella puede calibrar y que condiciona su día a día, hasta el punto de que Ana ha llegado a construir su propia "agenda del dolor". Pese a todo, su enorme fuerza de voluntad le ha permitido ponerse al frente de la Liga Reumatolóxica Galega, trabajar y desarrollar toda la actividad que puede. "Aprendes a defenderte", subraya, optimista.

Al igual que Ana, miles de gallegos soportan, como pueden, el dolor crónico, un sufrimiento permanente con múltiples causas y difícil de tratar que, en ocasiones, los incapacita laboral y socialmente. Los datos de la encuesta Pain in Europe, realizada por la Federación Europea de Capítulos de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (EFIC) y en la que participaron alrededor de 6.000 pacientes de 16 países europeos, dan cuenta de la magnitud del problema. Según ese sondeo, el dolor crónico afecta al 16% de la población adulta española y es más frecuente entre las mujeres (52%) que entre los hombres (48%). El estudio también refleja que los pacientes que sufren ese trastorno tienen una media de 51 años y que llevan conviviendo con él alrededor de siete. Del trabajo se desprende, además, que el 83% de los enfermos con dolor crónico se tratan en Atención Primaria, el 15% en especializada y sólo el 2% llega a las unidades del dolor.

"Los primeros datos podrían extrapolarse a Galicia, aunque en nuestra comunidad el porcentaje de afectados puede llegar, incluso, al 19%, ya que la población gallega es una de las más envejecidas de España", afirma la doctora Aurora de la Iglesia, una de las responsables de la Unidad del Dolor del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) y presidenta de la Sociedade Galega da Dor e os Coidados Paliativos.

La mayoría de los pacientes con dolor crónico tienen que esperar un promedio de cinco años antes de ser tratados adecuadamente, según la encuesta de la EFIC. Un dato que no sorprende a Ana Vázquez, quien reconoce que el dolor es una cuestión subjetiva, "un acto de fe", con dos grandes aliados: "Que no se ve y que no hay una escala para medir su intensidad". De ahí que aunque casi uno de cada cinco adultos gallegos -y el 16% de los españoles- lo sufran, la sociedad "no es consciente de la magnitud del problema". "Cuando hablamos del dolor crónico, creamos conciencia, hacemos visible lo invisible, y ayudamos a la gente a luchar contra este problema", subraya la presidenta de la Liga Reumatolóxica Galega.

Especialistas y afectados coinciden, no obstante, en que la percepción de la problemática del dolor crónico ha mejorado en los últimos años, hasta el punto de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo considera ya una enfermedad en sí misma y cada vez más hospitales públicos y privados cuentan con unidades especializadas. La del Chuac, en funcionamiento desde hace más de dos décadas, está integrada por un equipo de anestesiólogos y, en la actualidad, cuenta con una consulta diaria y opera "una o dos veces por semana" a pacientes que sufren ese trastorno para "mejorar su calidad de vida". "Muchos llegan deprimidos y, si damos con el tratamiento adecuado, mejoran mucho. Nuestro reto es que puedan llevar una vida más o menos normal", explica Aurora de la Iglesia.

"Atendemos a enfermos con dolor crónico, derivados de Atención Primaria o de servicios médicos como Traumatología, Reumatología, Neurocirugía o Rehabilitación, entre otros", añade la especialista, y apunta que los pacientes de la Unidad del Dolor del Chuac reciben tratamiento farmacológico, pero también otro tipo de terapias, como "técnicas de radiofrecuencia o infiltración guiada por ecografía", entre otras.

"En unidades pequeñas, como la nuestra, lo habitual es que sólo haya anestesiólogos, aunque trabajamos coordinados con los servicios hospitalarios que nos derivan a los enfermos. Las unidades grandes, sin embargo, suelen estar integradas, también, por otros especialistas, como neurocirujanos, traumatólogos, rehabilitadores, fisioterapeutas, reumatólogos, oncólogos, psicólogos e, incluso, psiquiatras", señala.

La doctora De la Iglesia afirma que el perfil del paciente con dolor crónico varía en función de la causa que lo origina, aunque reconoce que cada vez atienden a enfermos más jóvenes. "El dolor crónico ya no es solo cosa de mayores. Vemos bastantes casos de jóvenes con síndromes de dolor regional complejo, hernias discales o dolor crónico como consecuencia de politraumatismos por accidentes", apunta la especialista del Chuac. Una realidad que constatan desde la Liga Reumatolóxica Galega. Cuando esta organización empezó a funcionar, hace veinte años, la mayoría de los socios eran personas de cierta edad. "Ahora hay mayores, pero también jóvenes y familias con niños", señala Ana Vázquez, quien destaca, entre las principales demandas de los afectados, que las "terapias de mantenimiento", como la fisioterapia o la terapia ocupacional, "sean costeadas por la sanidad pública", y "que haya una mayor coordinación" entre los profesionales de las unidades del dolor y los de los otros servicios médicos implicados en el tratamiento de este trastorno. Vázquez reivindica, de manera especial, el papel de los terapeutas ocupacionales, pues "la formación de los pacientes que sufren dolor crónico es fundamental para mejorar su calidad de vida". "Su labor es fundamental para la prevención del daño articular, indicándole a los pacientes con dolor crónico, por ejemplo, qué tipo de prótesis tienen que usar. Además, les asesoran y les ayudan a adaptar su estilo de vida. En definitiva, les educan en la prevención", remarca.

La doctora De la Iglesia, por su parte, hace especial hincapié en la formación de los médicos de Atención Primaria, que son quienes pueden detectar el dolor crónico oportunamente y evitar que evolucione, se complique y afecte más a los pacientes. "La colaboración entre los profesionales de Primaria y los especialistas en el tratamiento del dolor es fundamental. Lo ideal sería que el primer abordaje, el farmacológico, fuese realizado por profesionales de Primaria, y que los pacientes que necesitasen técnicas más complejas se derivasen a unidades del dolor", señala.

Por último, la presidenta de la Liga Reumatolóxica -organización que hace un año se alió con la Red española de Fibromialgia y Fatiga Crónica para "hacerse oír en Europa"- recuerda el coste económico, y sobre todo social, que genera el dolor crónico. "Crea una gran dependencia física, pero también mental", concluye.