Nunca valoramos algo hasta que lo perdemos. La pasada semana se ha celebrado en Barcelona el Mobile World Congress, el mayor evento de dispositivos móviles del mundo. No hay nada que se le parezca. Durante cuatro días hemos podido enterarnos de los nuevos smartphones que saldrán al mercado y de las nuevas tecnologías que llegarán en un futuro muy cercano.

Si el MWC se hubiese celebrado en Shangai, Nueva York o Sydney seguro que todas esas novedades nos hubiesen llegado, pero no de primera mano. Y eso hay que valorarlo mucho. Hasta Madrid, vista la repercusión internacional que tiene un evento como este, se lo quiere arrebatar a Barcelona, aunque deberá esperar, por lo menos, hasta 2023 que es el contrato que tienen firmado la organización y la ciudad catalana.

Si el Mobile World Congress no hubiese sido en Barcelona seguro que no nos hubiésemos enterado de que el 60% de los dispositivos móviles no utiliza ningún antivirus. O que ya hay baterías que se cargan en 5 minutos o móviles que llevan en su interior circuitos de agua para evitar el sobrecalentamiento o smartphones modulares a los que se les puede cambiar las piezas según nuestras necesidades.

En el MWC todo es a lo grande. En los cuatro días asistieron más de 100.000 personas, con lo que se batió el récord de la anterior edición. Más de la mitad eran altos cargos directivos, incluidos más de 5.000 consejeros delegados. Hubo más de 3.600 medios de comunicación y más de 2.100 empresas de todo el mundo. El Mobile World Congress es como el Louvre de París: necesitas un par de semanas para verlo todo.

Además de las habituales presentaciones de móviles, la edición de este año se ha caracterizado por el protagonismo de la realidad virtual, el internet de las cosas y el 5G.

La gran imagen del congreso fue la del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, caminando entre 5.000 personas absortas con sus gafas de realidad virtual. Muchos han querido ver en esta imagen una metáfora de lo que nos puede traer la tecnología: que nos perdamos lo que sucede a nuestro alrededor. Ya nos sucede cuando vamos en el bus absortos en nuestro teléfono móvil.

Otra de las tendencias ha sido el internet de las cosas: objetos que se conectan a la red y con los que podemos interactuar. Se presentaron chaquetas con las que puedes salir a comprar sin llevar dinero físico, un cepillo de dientes que controla la duración y la intensidad del cepillado o un paraguas que te avisa cuando va a llover o si te los has dejado olvidado en un bar.

También fue la puesta de largo del 5G. Si el 4G, por ejemplo, nos ha dado la posibilidad de ver vídeos en el móvil en alta definición, el 5G va a significar una experiencia aún más rápida en internet.

No hay que olvidar que el Mobile World Congress es eso, un congreso de móviles, en el que todas las empresas se visten de gala y presentan sus mejores cacharros. Así ocurrió con Samsung que estrenó el Galaxy S7, el buque insignia de la marca. Más potente, resistente al agua y que corrige algunos errores de su predecesor, que, por cierto, ya era un pepino. LG sorprendió con su G5, un dispositivo por piezas, y Xiaomi presentó, por fin, su esperadísimo Mi5. La marca china ha conseguido crear un terminal con unas prestaciones similares a las de un Galaxy S7 o un iPhone 6s por la mitad de precio.

Ahora hay que digerir todo lo que se ha podido ver en la edición de este año y esperar a la del siguiente que ya tiene fecha: del 27 de febrero al 2 de marzo.