El primer trasplantado cardíaco de Galicia, Antonio Peña, confesó ayer que se encuentra "muy bien del corazón", aunque reconoce que echa de menos a su familia, a la que ha sobrevivido. El Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) celebró ayer el veinticinco aniversario del primer trasplante de corazón de la comunidad gallega, que se realizó el 5 de abril de 1991, diez años más tarde que el primer trasplante renal y tres antes que la primera intervención hepática de este tipo, mientras que la pulmonar se hizo esperar hasta 1999.

Antonio Peña, que en la actualidad tiene 85 años, fue el protagonista de aquella novedosa y exitosa operación que se produjo a raíz de una rara enfermedad que padecía y que solventó con sesenta años gracias a un trasplante. Recuerda que "estaba en casa" cuando lo llamaron del hospital coruñés, o como lo conocen los veteranos de la ciudad, "la residencia", y le dijeron que "podía haber un corazón", pues "un chico de veintidós años había muerto en Valladolid" y podría ser compatible.

"Me extrañó que me llamaran, no estaba ni arreglado. Me afeité, me arreglé y me vine para la residencia. Me metieron en un baño para desinfectarme. Le pregunté al doctor Hermida si había corazón y me dijo que de momento no se sabía", recordaba ayer Antonio. Fue entonces cuando le entraron dudas médicas, pues preguntó cómo una persona fallecida podía dar un corazón, pero los médicos le aclararon, según recuerda, que "la muerte era solo cerebral, que el corazón seguiría vivo mientras le llegase sangre".

Peña ni siquiera fue consciente del momento en que se sometió al proceso, pues llevaba casi una semana en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) cuando se lo confirmaron los doctores. "Llevaba cuatro o cinco días en la UCI y le pregunté al doctor cuándo me operarían. Me dijo que ya estaba operado. A los quince días me mandaron para casa con un médico y una enfermera para ponerme el suero y hasta hoy", detalló.

"Fue la alegría más grande que llevé en mi vida", declaró Antonio quien, tras la operación, visitó en varias ocasiones el Chuac para fomentar la donación, que considera fundamental, y recordó con humor la pregunta que le realizó otra persona que se iba a someter a una intervención quirúrgica: "¿Después del trasplante podré beber un vasito de vino?". "He venido aquí a animar a alguno, a decirle que mirase qué bien estaba yo. No podía ni andar sin agarrarme a mi mujer y después ya podía hacer vida normal", señaló.

Pero no todo son buenas noticias para este paciente pionero, que llevaba 63 años de feliz matrimonio cuando perdió a su esposa tras una cadena de infortunios. "Mi vida ha sido poco mala. Me murió un hijo de accidente, luego me murió el otro y hace tres años falleció mi mujer. De cuatro, solo quedé yo. Contaban con que muriese yo primero y ahora quedé solo", lamentó.

Antonio explica que ha seguido adelante "con muchos medicamentos", y espera continuar así mientras le da vida al corazón de un joven que falleció hace más de dos décadas. "Me voy encontrando bien, no estoy contento porque me faltan los seres más queridos, pero del corazón me voy encontrando muy bien. A mi edad, puedo subir escaleras y bajarlas, y eso ya es bastante", concluyó.