Cuando un cantante anuncia "Ahí va la última", lo que menos espera el respetable es que la canción en cuestión vaya a ser, literalmente, la última. Pero, por desgracia para el rock argentino y por relativa suerte para su propia leyenda, esas fueron las palabras con las que Luca Prodan se despidió de su público. Fue el 20 de diciembre de 1987, en el estadio del Club Atlético Andes, y dos días después Luca apareció muerto en su casa de Buenos Aires. Ese último tema fue una furiosa lectura de la punkarra Fuck You. Un resumen perfecto del paso de Prodan por este planeta.

Luca lideró durante casi una década a Sumo, el gran renovador del rock argentino en los años posteriores a la dictadura militar. Una formación nada convencional, que enlazaba directamente con las propuestas más vanguardistas de Gran Bretaña y la tradición musical jamaicana. En la discografía de la banda conviven el post punk de PiL, Joy Division y Gang Of Four con el funk gamberro de Ian Dury, el Dub, la pleitesía hacia Bob Marley, el pop multirracial de Specials y el punk más crudo. Todo aderezado por la enorme personalidad de su líder y una inequívoca pátina de argentinidad. Mestizaje, ironía, furia, drama y tragedia. Todo concentrado en la figura de Luca, un iconoclasta que se convirtió en icono.

Irónico es también que el gran mártir del rock argentino no fuera argentino. Prodan arribó a su destino literalmente por casualidad. No tenía absolutamente ningún vínculo con el país sudamericano, pese a que su obra parezca indicar lo contrario. Ni siquiera sabía hablar en castellano cuando llegó. Se trata de un caso parecido al de esos hispanistas británicos que, de forma voluntaria, se mimetizan con el ambiente y terminan asumiendo la idiosincrasia local más que los propios nativos. Porque Luca era italiano también de casualidad. Su madre era escocesa y su padre, austríaco, que se asentaron en Roma después de huir de China tras la subida al poder de Mao. Una familia de la aristocracia, adinerada y cosmopolita.

Luca fue siempre la oveja negra. Un progenitor estricto y una madre bohemia completaban un cuadro tan novelesco que parece ficción. Esta historia tan perfecta se completa con una represiva educación en un elitista colegio escocés, en el que la futura estrella se ganó numerosos correctivos físicos y compartió aulas con el príncipe Carlos de Inglaterra. Tras recibir continuas negativas de sus padres a abandonar el centro, se escapó y vagabundeó por Europa una buena temporada. Volvió al hogar familiar, pero solo para marchar a Londres, que bullía en plena efervescencia punk.

Esta etapa en la vida de Prodan está llena de literatura, otro aspecto que emparenta al artista con su país de adopción. Según algunas fuentes, se relacionó con John Lydon e Ian Curtis y sus compañeros de Joy Division, la principal influencia británica de Sumo. Lo cierto es que Luca formó parte de varios grupos, se empapó del ambiente y desarrolló una adicción a la heroína que casi acaba con su vida. Su estado era tan lamentable que su madre tuvo que ir a buscarlo a la capital británica y llevárselo de vuelta a Roma, donde tenía varias causas pendientes por posesión de drogas y deserción del servicio militar. De ser un tipo cosmopolita había pasado a ser un apátrida.

Su tabla de salvación vino de la mano de un excompañero de penalidades académicas y aventuras londinenses, el escocés Timmy MacKern, otro bohemio acomodado. Le invitó a su casa en las montañas de Córdoba. Ese fue el único motivo de la llegada de Luca a su destino. Esperaba poder superar su adicción y tomar las riendas de su vida de una vez. Pero era el año 1980, y Argentina sufría una de las más sanguinarias dictaduras que haya visto América Latina. Prodan seguía componiendo temas, y tardó poco en liar a varios amigos de MacKern para formar un grupo con el que dar rienda suelta a sus ambiciones musicales. Hasta se trajo a una amiga inglesa, Stephanie Nuttal, exbatería del grupo de culto Manicured Noise.

Otra de las particularidades de las canciones de Prodan es el uso indistinto del inglés y el castellano en las letras. Tenemos pues una banda de reggae y post punk, con letras en inglés, en una Argentina que sufre una dictadura militar, en medio de un panorama musical anquilosado en las formas del rock progresivo y los cantautores. Y en 1982 estalló la guerra de las Malvinas. Un completo absurdo, en el que chocaron los delirios de una tiranía castrense que condenó a su país a un baño de sangre y la no menos delirante respuesta militar de la implacable Dama de Hierro. Malos tiempos para un grupo tan anglófilo. Al poco de estallar el conflicto, Stephanie se volvió a su casa por miedo a represalias por su nacionalidad británica.

Cuando terminó el conflicto y cayeron los líderes del Proceso, Sumo ya era una realidad en el underground porteño. Poco a poco, concierto a concierto, iba aumentando su masa de seguidores y se consolidaba una propuesta nada fácil para el público argentino. Pero tras unos años tan espantosos, la gente ansiaba sacarse el hedor a pólvora y sangre que habían dejado los "milicos". Surgió una inmediata identificación entre esa juventud con ansias de vida y la banda.

Además de las grandes canciones y lo especial de su sonido, estaba la actitud y la imagen de Luca. Era un tipo ingenioso y vivaracho, que no dudaba en meter unas rajadas de espanto de prácticamente el resto de bandas de la escena del país y que se fue labrando una imagen de irreverente e insobornable que caló hondo. Pero cuanto mayor era el éxito de la banda, cuantos más pabellones llenaban y más discos vendían, más profundizaba el vocalista en su autodestructivo estilo de vida. La heroína había quedado atrás, pero la sustituyó por pantagruélicas cantidades de ginebra. Además, le acosaba un demonio interno: su hermana se había suicidado por causa de la heroína y siempre se sintió culpable. Él la había iniciado en su consumo.

El cuerpo del cantante dijo basta el 22 de diciembre de 1987. Tenía 34 años. Dejó tres discos de estudio, un cassette autoeditado y una herencia sonora totalmente personal que abrió una nueva vía en el rock latinoamericano. El resto de integrantes de Sumo se repartieron entre dos nuevas bandas, Divididos y Las Pelotas, también de gran éxito, y su saxofonista Roberto Pettinato hoy es uno de los presentadores más populares del país.

Centenares de admiradores visitan cada año la tumba de Luca en el cementerio de Avellaneda. Un final casi tópico para una de las estrellas de rock más atípicas de los ochenta, para un artista cuya particular sensibilidad le llevó a encontrar su patria de manera casual y ya no abandonarla jamás.