Aunque el número de muertes relacionadas con el sida bajó significativamente en los últimos cinco años (un 26%), la ONU sigue preocupada por la elevada tasa de nuevos contagios que se registraron en 2015, en el que 2,1 millones de personas contrajeron el virus. El último informe presentado ayer en Nairobi por el Programa de Naciones Unidas para la Lucha contra el Sida (Unaids) insiste en que el "gran desafío" actual es frenar los nuevos contagios del VIH, que ya afecta a 36,7 millones de personas en todo el planeta.

En 2010 hubo 2,2 millones de nuevos contagios, y los esfuerzos de Gobiernos y organizaciones internacionales no han logrado reducir esta cifra, que se han mantenido "casi estática" en 2015. "Detrás de esta cifra hay múltiples desigualdades, en todas las regiones y dentro de los países, así como entre hombres y mujeres y jóvenes y mayores", apuntó el informe.

En África subsahariana, una de las zonas más afectadas por la epidemia, las jóvenes sufrieron el 25% de los nuevos contagios y las mujeres el 56% debido a las desigualdades de género, el acceso insuficiente a los servicios de salud sexual y reproductiva, la pobreza, la inseguridad alimentaria y la violencia. Según datos de Unaids, más del 90% de los nuevos contagios a nivel global se produjeron entre trabajadores sexuales, consumidores de drogas inyectables, presos, transexuales y homosexuales, y sus parejas. "Los hombres homosexuales representan el 30% de los nuevos contagios del VIH en América Latina y el 49% en Europa occidental y central y en Norteamérica", explicó el informe.

Por eso, la ONU insistió en la necesidad de abordar estas desigualdades para reducir las transmisiones y conseguir poner fin a la epidemia del sida en 2030, uno de los objetivos de la agenda para el desarrollo impulsada por la organización.

Otro de los grandes desafíos de la lucha contra la enfermedad sigue siendo la discriminación y el estigma social que sufren los enfermos debido a la ignorancia y el desconocimiento sobre el sida. Entre 2013 y 2015, países como Botsuana, Costa de Marfil, Nigeria o Uganda aprobaron leyes que criminalizan a los portadores del virus, mientras que muchas personas infectadas siguen perdiendo sus puestos de trabajo o se les deniega el acceso a los servicios sanitarios debido a su condición. Detrás de estas dramáticas cifras hay rostros como el de Joyce, una joven keniana que descubrió que era portadora en el instituto y que hoy gracias al tratamiento hace vida normal.