El arsénico no huele ni sabe a nada, por lo que no es sencillo detectar si el agua o los alimentos tienen concentraciones más elevadas de lo permitido. En 2007 el Instituto Geológico Minero descubrió pozos con arsénico en ayuntamientos del entorno del río Miño como Cenlle, Castrelo o Punxín, aunque no se comunicó a los vecinos y no se prohibió el consumo de agua hasta agosto de 2012. Tal y como explica Luis Rodríguez Lado, investigador en edafología de la Universidade de Santiago (USC), "el arsénico es un elemento ubicuo en suelos que se aparece como constituyente estructural de sulfuros y sulfuros metálicos y de oxihidróxidos de Fe y Al". Asegura que en Galicia, las concentraciones de arsénico en suelos son ligeramente superiores a otras zonas del Estado. "Las mayores concentraciones aparecen únicamente a nivel puntual asociadas a mineralizaciones de sulfuros y sulfuros metálicos. Las rocas ígneas como los granitos, a no ser que existan enriquecimiento por mineralización, presentan contenidos bajos de arsénico mientras que mayores concentraciones se suelen asociar a rocas metamórficas y sedimentarias como la pizarra", describe.

"Puede producirse la oxidación de minerales con altos contenido en arsénico lo que provoca su alteración y la liberación del arsénico que contienen al medio, por lo que evitando la oxidación de dichos minerales se limitaría su transferencia a suelos y aguas", concluye.