¿Se imagina una sobremesa navideña sin turrón, un banquete nupcial sin langosta, una tarde de cañas sin un pincho de tortilla o un verano sin helados? Seguro que no, pero para los alérgicos a los frutos secos, el marisco, el huevo o la leche prescindir de esos placeres culinarios es más que una obligación. Si no lo hacen, pueden sufrir urticaria, dermatitis, problemas gastrointestinales e, incluso, en los casos más graves, un cuadro de anafilaxis que les lleve al borde de la muerte.

Los especialistas alertan de que las alergias a los alimentos son un trastorno cada vez más común, hasta el punto de su incidencia se ha disparado en España, y también en Galicia, en los últimos años, según los datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic). En la actualidad, las alergias alimentarias constituyen, de hecho, el cuarto motivo de consulta en los servicios de Alergología, sólo por detrás de la rinoconjuntivitis, el asma bronquial y las reacciones alérgicas a medicamentos.

Ahora bien, aunque se trata de un trastorno relativamente habitual, los expertos aseguran que muchas de las autodiagnosticadas alergias a los alimentos por los propios afectados no son tales. Las reacciones alimentarias se confunden de manera habitual con las alergias y la consecuencia más inmediata es el uso indiscriminado de métodos que, sin estar avalados por la comunidad científica, dicen ser eficaces para el tratamiento dietético de las alergias o intolerancias alimentarias.

"Uno se hace alérgico a lo que come", insisten los especialistas, de ahí que, en Galicia, el porcentaje de pacientes con alergia al marisco es mayor que en el resto de las comunidades. De hecho, la alergia al marisco es el tipo de alergia más común entre los adultos gallegos, mientras que la leche y el huevo son los alimentos más peligrosos para los niños. En otras comunidades, como Extremadura o Castilla y León, son más habituales las alergias a determinados vegetales que por estas latitudes, sin embargo, no se dan tanto.

Los alérgicos al marisco, sin embargo, no tienen por qué serlo, también, al pescado. Y es que, aunque los pacientes con alergia al marisco pueden reaccionar a pescados, "no se ha demostrado reactividad cruzada entre estos alimentos". Lo que sí se sabe es que los ácaros tienen proteínas similares al marisco, de modo que los alérgicos a ácaros tienen un riesgo mayor de sufrir reacciones al consumo de marisco que los que no lo son, algo parecido a lo que ocurre con los alérgicos al polen y a determinadas frutas y hortalizas. Como los vegetales son polinizados, es bastante habitual que los alérgicos a las gramíneas puedan serlo también, por ejemplo, a la sandía o a las frutas rosáceas, como el albaricoque, la pavía o las ciruelas.

Un mismo alérgeno alimentario no produce siempre la misma sintomatología, y la intensidad puede cambiar, de ahí que los especialistas insistan en que "nunca hay que confiarse, aunque las reacciones sufridas con anterioridad fueran leves". La cantidad de alimento que provoca una reacción alérgica también varía en cada paciente, desde trazas hasta cantidades bastante elevadas.

En cualquier caso, las manifestaciones clínicas más frecuentes son la aparición de estornudos, picor, urticaria o dermatitis atópica, entre otros síntomas. Sólo en los casos más graves puede producirse una anafilaxis, una situación de emergencia vital especialmente preocupante en los pacientes asmáticos. En cuanto al tratamiento, la principal terapia es "la prevención", suprimiendo los alimentos que las causan de la dieta, aunque los especialistas añaden un matiz esperanzador, pues se están empezando a poner en práctica pautas de insensibilización, consistentes en administrar a los pacientes los alimentos que les dan alergia, poco a poco, para conseguir que los toleren.