La irrupción de internet ha conducido a un callejón sin salida a organizaciones y empresas que durante mucho tiempo tuvieron el monopolio de su sector. Internet ha supuesto, en muchos casos, el final de la función de intermediarios que tenían. Aunque esa culpa no es de internet, más bien de otras empresas más ágiles que han mejorado la vida y el bolsillo de los usuarios. Que, al fin y al cabo, en una sociedad tan conectada son los que mandan.

Es el caso, por ejemplo, de las discográficas. La llegada de internet y de plataformas como Spotify han acabado con el monopolio de la música. Ahora cualquiera puede comprar música de forma online y cualquier chaval puede grabar sus canciones en casa, publicarlas en la red y, quién sabe, convertirse en una estrella. Que se lo digan a Justin Bieber.

Lo mismo sucede con la prensa de papel, con los taxis y Uber, con los alquileres de pisos y Airbnb o con Correos. ¿Quién manda ahora una postal si todos ya podemos hacer una foto y enviarla por WhatsApp?

¿Y las agencias de viajes? Es, junto a las casas discográficas, el gran ejemplo de cómo internet se ha cargado a los intermediarios. Ahora es más fácil, sencillo y barato entrar en una web, coger un billete de avión a París, entrar en otra página, reservar un apartamento con vistas a Notre Dame, mientras estás en tu casa, en bata y con las zapatillas puestas.

Pero no todos los sectores han sufrido el mismo varapalo con la irrupción de internet. El gran ejemplo son los libros. Muchos auguraron la muerte del libro de papel con la llegada de los ebooks. Sobre todo cuando Amazon lanzó la primera versión de su Kindle en 2007. Poco después llegó la crisis y la bajada de ventas de los libros. Pero entre tantos nubarrones provocados por la recesión no se sabía si la caída se debía a la crisis económica o a la crisis del modelo de negocio. Ahora que las nubes empiezan a retirarse, la realidad que dejan es que la muerte del papel como formato de lectura no se ha producido. Ni se vislumbra que ocurra a medio plazo como sucede con otros sectores. Es cierto que el crecimiento de los ebooks está siendo sostenible, pero no es tan elevado como se preveía.

En estos momentos, las publicaciones electrónicas no suponen una gran diferencia con los libros de papel. En teoría los ebooks ofrecen la posibilidad de enriquecer el texto con enlaces que puedan llevar a páginas web, fotos, vídeos, audios? pero muy poquitas editoriales se han arriesgado. Quizá para no matar al papel se han limitado a trasladar el libro físico al libro electrónico. Sin más artificios. Y ahí, el beneficio que consigue el usuario no es tan grande.

Y otra razón es el precio. Comprar un libro de papel cuesta, por ejemplo, 25 euros. El mismo, pero en formato digital, 15. Claro. Así es complicado que crezca el negocio si no se abarata el coste. Los ebooks tienen un precio superior a los libros de tapa blanda, y en muchos casos al de los libros de nueva edición en tapa dura. A ello contribuye en parte el IVA que existe sobre publicaciones electrónicas. En España es del 21%, uno de los mayores de la Unión Europea. El libro de papel, en cambio, solo tiene un gravamen del 3%.

Los gruesos y maravillosos volúmenes de papel tienen su encanto, pero si pasan de las 500 páginas es mejor comprarlos en formato digital. Es complicado en las frías noches de invierno leer en la cama un voluminoso libro con una sola mano. Con un ebook puedes meter la otra bajo las mantas y tenerla calentita. La tecnología también mejora estos pequeños detalles.