Miles de personas llenan estos días los cementerios para honrar a sus fallecidos, aunque faltarán flores, igual que nombres, en algunas tumbas, las de inmigrantes que han muerto sin que nadie reclame sus cuerpos y que descansan en nichos marcados solo con un número. Inmigrantes número 5. Descanse en paz. Es el escueto mensaje que se puede leer en una lápida para recordar que ahí está enterrada una persona de la que no se conoce su identidad, y simplemente se la marca con el orden en el que su cadáver fue objeto de una autopsia, en este caso en una muerte masiva por, por ejemplo, ahogamiento tras zozobrar una patera.

Las condiciones que hacen que una persona sea enterrada sin nombre son diversas, aunque la inmigración clandestina ha hecho que haya decenas de personas enterradas en cementerios del sur de España de las que nadie sabe dato alguno, sobre todo en municipios donde hay mucha inmigración derivada de su actividad agrícola (los onubenses Lepe, Cartaya o Palos de la Frontera, el almeriense El Ejido) o en lugares clave para la llegada de pateras, como Motril (Granada) o el Campo de Gibraltar.