Barroco, cosmopolita, transgresor o genio de la palabra. Así se podría intentar definir a Francisco Nieva, un creador total, polifacético, pintor y renovador de la escena teatral española, fallecido a los 91 años mientras "dormía tranquilamente en su cama", en su casa del centro de Madrid. Un momento que "tenía que llegar", aunque, como dijo su secretario y amigo Felipe Camacho sin poder contener las lágrimas, "no hay forma de prepararse para esto".

Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1992, también era académico de lengua. Y es que Nieva era un esteta y artista de la palabra, a la que mimaba, cuidada y llevaba hasta las cuerdas para hacer de ella dardo y pluma envolvente a la vez tanto en escenarios como en libros.

Víctor García de la Concha hablaba de este "hombre del Renacimiento" en 2007 cuando presidía la Real Academia Española (RAE) y presentó la obra completa del autor de Pelo de tormenta y una treintena más de obras teatrales, además de novelista, cuentista, memorialista y articulista.

Un trabajo reconocido con numerosos galardones como los Premios Nacionales de Teatro (1980) y el Nacional de Literatura (1992), por El manuscrito encontrado en Zaragoza; el Max de Honor de las Artes Escénicas (2004), el Corral de Comedias de Almagro (2010) y el premio Valle-Inclán de Teatro (2011) por Tórtolas, crepúsculo... y telón.

Desde 1990, ocupaba el sillón J en la Real Academia Española de la Lengua, en la que ingresó con el discurso Esencia y paradigma del género chico.

Francisco Nieva nació el 29 de diciembre de 1924 en Valdepeñas (Ciudad Real). En 1941 se trasladó a Madrid y un año después ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Fue uno de los impulsores en España del Postismo, movimiento que recogía el testigo artístico de las vanguardias precedentes.

Su primer trabajo fue de ilustrador en la Estafeta Literaria. Fue entonces cuando conoció a miembros del surrealismo francés como André Bretón, al Grupo Cobra y figuró en algunas exposiciones internacionales.

En 1952 trabajó para el Boletín Informativo de La Sorbona y siguió una licenciatura libre sobre la novela bretona y los libros de caballerías. En aquella época entabló contacto con Genet, Beckett, Ionesco y Fernando Arrabal, pero fue la representación del Galileo Galilei de Brecht lo que le llevaría a dedicar su vida al teatro.

Su gran momento como autor llegó al inicio de la Transición, cuando se reveló como un innovador en la forma y el contenido teatrales. La buena acogida de público y crítica de su obra La carroza de plomo candente, en 1976, le proporcionó el Premio Mayte. En los ochenta destacó como director escénico.

El dramaturgo fue incinerado en el tanatorio de La Paz en un acto íntimo después de que se cerrara la capilla ardiente en el teatro María Guerrero. Por ella pasaron diversas personalidades de la cultura, como el director de la RAE, el gallego Darío Villanueva, quien señaló que era "un visionario del teatro y un escritor enraizado en la tradición". Nieva ha sido "un vanguardista convertido en clásico" que hizo felices a muchos españoles, según el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo. Por su parte, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, dirigió a Darío Villanueva, un telegrama de pésame por la muerte de "esta gran figura de las artes y las letras españolas" que deja un "legado cultural que es un ejemplo y un orgullo para todos los españoles".