Son muchos los alimentos que, debido a las creencias populares transmitidas de generación en generación, han adquirido una inmerecida mala fama muy alejada de la realidad. Las hamburguesas, la margarina o los snacks salados, son ejemplos muy evidentes y conocidos de esta realidad que nos afecta a todos. Y hemos de plantearnos si lo que se dice es verdad o simplemente son comentarios que se han heredado. En el caso concreto de la margarina no es real, ya que los estudios bromatológicos avalan su interés nutricional en el marco de una dieta equilibrada y saludable.

La historia de la margarina es confusa y curiosa, por lo que hemos recogido una de las versiones que circula entre los expertos. Se considera originaria de Francia, de la segunda mitad del siglo XIX. Napoleón III convocó un concurso para crear un sustituto de la mantequilla (lo que hasta ese momento se utilizaba) que fuera asequible para toda la población. Se cree que fue Hippolyte Mège-Mouriès quien elaboró la primera margarina (a la que llamó oleomargarina) utilizando grasas variadas (animales y vegetales). Años más tarde Jurgens-Van de Bergh, cofundador de la empresa Unilever, compró la patente y la desarrolló modificando la fórmula inicial y transformándola en un producto diversificado.

En la actualidad, queremos destacar que la margarina es un alimento elaborado a partir de aceites vegetales procedentes de semillas (como girasol y linaza) y no de plástico (como muchas veces interesadamente se ha dicho). Resulta obvio pensar que nuestro sistema sanitario no permitiría que entrase en el mercado un producto cuyas características fueran negativas para nuestra salud.

En su composición química destacaría la presencia de ácidos grasos insaturados, muy baja proporción de ácidos grasos trans y vitaminas liposolubles (A y D). A muchas se les adicionan compuestos permitidos por la ley para mejorar sus propiedades como, por ejemplo, minerales (calcio) o esteroles vegetales.

En cuanto al aporte de grasa, tema que preocupa a muchos consumidores, debemos señalar que la margarina tiene entre un 80% y un 90% de materia grasa. Las que encontramos en el mercado actualmente son mayoritariamente margarinas ¾ (60-62% de materia grasa), margarinas ligeras (39-41% de materia grasa), o materias grasas para untar (con un % de materia grasa diferente al de los rangos anteriores). Por ello, la mayor parte de las margarinas y productos similares que encontramos en el mercado aportan menos calorías y grasas saturadas que otros similares.

La margarina se podría considerar una grasa recomendable, junto al aceite de oliva y los aceites de otras semillas en el marco de una alimentación saludable y una dieta equilibrada. La mayor parte de las margarinas presentes actualmente en el mercado aportan ácidos grasos esenciales (omega 3 y/o omega 6), que deben ser ingeridos a través de la alimentación porque nuestro cuerpo no los produce.

La forma de consumo es variable. Lo más frecuente es utilizarla directamente para untar las tostadas, por ejemplo. Cada vez adquiere más relevancia entre un amplio sector de consumidores la idea de cocinar con margarina ciertas recetas sencillas porque esta forma de elaboración reduciría el aporte de grasas saturadas, lo que resultaría beneficioso para nuestro organismo. Aunque son muchas las posibilidades, proponemos:

-Galletas de margarina. Necesitas: esencia de vainilla, un huevo, 125 gramos de margarina, 250 de harina y 125 de azúcar. Derrite la margarina suavemente y añade la vainilla, el huevo batido, la harina y el azúcar mezclando continuamente. Amasa y forma una bola. Cúbrela con un film transparente y déjala como mínimo 45 minutos en la nevera. Extiende la masa y corta las galletas utilizando tus moldes preferidos. Coloca un papel de horno sobre la bandeja y deposita encima las galletas. Mantenlas en el horno previamente calentado entre 10 y 15 minutos a 180 grados. Déjalas enfriar y decóralas a tu gusto.

-Bechamel básica para lo que quieras. Los ingredientes serían: 2 cucharadas de margarina, 2 cucharadas de harina, medio litro de leche sin lactosa (o de avena, o de arroz diluida en agua, etc.), sal, pimienta blanca. Se prepara calentando la margarina en una sartén, añadimos la harina y removemos para que no se pegue (a fuego medio), incorporamos la leche lentamente hasta obtener una masa espesa y sin grumos y condimentamos con sal y pimienta al gusto.

Ahora con esa bechamel puedes preparar lo que quieras: croquetas (pollo, jamón serrano, restos de cocido, pescado, etc.), lasaña (carne picada con tomate, marisco con verduras, etc.), huevos rellenos...