Es una lanzadera al mundo a la que todos deben tener derecho a acceder. Eso es lo que piensa del teatro el director del grupo de interpretación del Ágora, Víctor Díaz Barús, que hoy llevará al Teatro Rosalía de A Coruña, como cada año desde el 2010, sus funciones con actores no profesionales. Serán en esta ocasión 31. Amas de casa, empresarios, estudiantes y funcionarios dejarán a partir de las 20.00 horas sus ocupaciones diarias y se enfundarán, con el respaldo que ofrece el trabajo realizado durante los meses de ensayo, en los personajes de las Divinas palabras de Valle Inclán.

Algunos repetirán con él. Entre Buero Vallejo, Lorca, Pérez Galdós y Cunqueiro, autores escogidos en otras ediciones, ya estuvo en el 2012 el vilanovés, con el que tendrán que volver a enfrentarse los que coincidieran en ambas representaciones. Otros, en cambio, se suben por primera vez estos días a un escenario. "Hay de todo, veteranos y principiantes desde los 18 hasta los 70 y pico", cuenta el director, asegurando que "muchos vuelven a presentarse al casting porque no lo quieren dejar". Este año, dice, se han presentado 90. Casi un centenar de actores y actrices que, tras interpretar un monólogo, fueron aceptados o descartados. "Les dejo un cuarto de hora para que lo preparen, y luego lo leen delante de los demás. Así queda claro que no hay ni trampa ni cartón", explica Barús, que reconoce que la obra que afrontan los seleccionados este año es compleja. "Es una pieza difícil, casi una ópera. Tiene 25 escenas y dos horas de duración", comenta.

La escogió, sin embargo, por amor a Valle Inclán, y por la necesidad de "hacer obras lo suficientemente grandes como para que puedan participar muchos actores", que han plantado cara al desafío con cierto nerviosismo inicial. "Al principio no se atrevían, tenían miedo, pero luego ya vieron que las cosas iban saliendo", afirma Barús. Su papel en ese progreso lo tiene claro. La ilusión y la paciencia son las claves que señala como base de su dirección, explicando que, si bien no se trata de darle clase a los participantes, sí siente que debe poner su experiencia a su servicio: "Tienes que conseguir que se vayan soltando poco a poco, ensayar individualmente y encajarlos en los personajes. No es un curso, pero me gusta enseñar lo que sé".

El resultado, apunta, es doble. Por un lado, buenas críticas, "como si los actores fueran profesionales" y, por el otro, un punto de inflexión en estos intérpretes amateurs. "Muchos salen de aquí y se van a otros grupos de teatro, o se ponen a estudiar Arte Dramático porque les entra el gusanillo", cuenta y añade: "El teatro es de todos y para todos, no solo para una especie de iluminados. No siempre se puede llegar a ser profesional pero, ¿por qué no darles esa oportunidad?".