Los datos que maneja la OMS dejan la situación muy clara. Un adulto sano puede ingerir 2 gr de sal al día, admitiéndose 5 gr como máximo; si sufres diabetes, insuficiencia renal o hipertensión, no deberías superar los 1.5 gr, pero los españoles consumimos casi 10 gramos al día. Realmente ¿es necesario este uso excesivo de sal? La respuesta está clara: no hace falta para nada y puede ser perjudicial para tu salud.

La sal es la mayor fuente de sodio con la que cuenta el ser humano. Este elemento tiene funciones importantes para el organismo, ya que se encarga de regular la presión arterial, mantener el balance hídrico, la transmisión de los impulsos nerviosos, la contracción muscular, la regulación del pH de la sangre, etc., pero no es necesario un aporte alto para que pueda ejercer dichas funciones.

Se ha demostrado que el consumo excesivo de sal provoca problemas (que pueden llegar a ser graves) en tu cuerpo. Los principales son:

-Engorda porque favorece la retención de líquidos y, por tanto, el aumento de peso.

-Incrementa la pérdida de calcio, y con ello, la aparición de osteoporosis y sus consecuencias negativas.

-Afecta al riñón y reduce la expulsión de toxinas de la sangre y su acúmulo en el organismo.

-Aumenta la presión arterial, aunque se ha comprobado que algunos hipertensos pueden ser resistentes a la sal y no ver su tensión excesivamente afectada.

Tampoco es bueno eliminarla completamente de tu dieta salvo indicación médica concreta. Cuando estamos en niveles bajos de sodio, podemos sufrir mareos, pérdida de fuerza muscular, hipotensión, etc. que resultan muy incómodos y deben ser consultados al médico.

Nuestro cuerpo, para mantener sus funciones vitales, necesita una baja cantidad de sodio. Podemos adquirirla a partir de los alimentos de uso habitual como la leche o los huevos y, aunque controlemos el salero, hay muchos otros elementos presentes en nuestra dieta que contienen "sal oculta", lo que provoca que los valores de sodio en nuestro organismo se incrementen exponencialmente. Los que mayor cantidad contienen son: pan, hamburguesas, embutidos, pizza, sopas de sobre, queso, pasta, salsas elaboradas, snacks, etc.

Aunque parezca complicado, no es difícil reducir la ingesta de sal modificando ciertos hábitos. Te proponemos:

-No añadas sal al cocinar. Olvídate del salero cuando prepares la comida. Que cada uno ponga la que quiera en la mesa... o ninguna.

-Sustituye la sal por otros condimentos (orégano, comino, albahaca, etc.) que aportan un sabor novedoso a la comida y no se notará que no la lleva.

-Utiliza sales vegetales (diferentes del cloruro sódico típico) que puedes comprar o preparar en casa. Son muchos los productos de este tipo que puedes encontrar en el mercado. Suelen contener una combinación de hierbas aromáticas permitidas para el consumo humano por la legislación.

-Pide en el restaurante que preparen tu menú sin sal y con las salsas separadas de la carne, por ejemplo, para evitar el exceso.

-Evita los alimentos procesados. Se ha confirmado que contienen un alto e innecesario contenido de cloruro sódico.

-Lava las conservas que utilices. Así reducirás el contenido de sal de los alimentos enlatados.

-Analiza las etiquetas de todo lo que compras. Puedes encontrarlos: sin sodio o sin sal, muy bajo contenido en sodio o sal, contenido reducido, etc. que aportan niveles más bajos y saludables.

-Elige un agua con poco sodio. Porque en ella también se encuentra disuelta y puede aumentar su presencia en tu organismo a pesar de que la hayas eliminado de los alimentos.

Para poder elegir los alimentos con mayor o menor contenido de sodio, es necesario conocerlos. Tienen mucho: carne y pescado ahumado o en conserva, quesos curados, fermentados o de untar, salsas elaboradas, etc. Tienen poco las carnes y pescados frescos, el queso ricota, la mozarella, salsas caseras, frutas, verduras, etc.

Algunos trucos culinarios te ayudan a reducir el contenido en sodio. Disfruta de lo picante (pimienta blanca, curry, chile, etc.). Utiliza la plancha y el horno para preparar pescados y carnes. Añade romero y tomillo a la carne o estragón y enebro al pescado. Marina carnes y pescados con cítricos (limón, pomelo, naranja), ajo y cebolla. Utiliza orégano y albahaca para las ensaladas y la pasta. Elabora guisos de carne y vegetales con curry y pimentón.