María Sueiro López es una joven gallega de 27 años. Tras titularse en Fisioterapia por la Universidade de Vigo, abandonó España en busca de oportunidades, recalando en Malasia hace más de dos años. Todavía está empadronada en Vigo, pues no ha conseguido el visado necesario para establecerse en el país como residente. Su amor por una joven egipcia llamada Riham Hafiz la mantiene en Asia.

Sueiro cumplió en febrero año y medio sin volver a nuestro país, puesto que su pareja no puede entrar en Europa. Lo único que desean es casarse, algo ilegal en todos los países a los que puede viajar Hafiz, sin ciudadanía europea ni visado a pesar de llevar desde 2014 en Malasia; y entonces poder visitar juntas la ciudad natal y familia de Sueiro.

Ambas han recorrido embajadas, enviado correos y contactado con cientos de personas buscando una solución. Temen que Hafiz sea enviada de vuelta a África ahora que no posee trabajo estable, y se niegan a pagar a un hombre para que se case en Egipto con ella y regularizar su situación, aunque exista un lucrativo negocio en torno a esta medida desesperada, pues en el país africano las relaciones entre mujeres están penadas con cadena perpetua.

Sueiro escribió una carta a la Embajada española en Malasia y acudió personalmente para comprobar si era posible casarse allí. Afirma que no le dejaron explicarse, aunque no había nadie más a quien atender. Su contestación, según la gallega, fue que la embajada tiene que cumplir las normas del Estado en el que se encuentra, no al que pertenece. Lamenta que "si se sentasen un segundo y escuchasen, sabrían que lo que parece tan sencillo, acudir al territorio español para efectuar el casamiento, no lo es para nosotros, pues Hafiz no puede pisar España".

La egipcia llegó a Malasia muy joven, con pocos ahorros y apenas estudios y experiencia laboral. Las oportunidades fueron escasas, y cuando al fin consiguió un trabajo de dos años de duración, el salario era de 1.500 ringgits mensuales (307,88 euros) por ochenta y cuatro horas a la semana, descansando solo un día. En aquella época, Hafiz vivía en un cuarto de lavadoras y pagaba como un favor "solo" 400 ringgits de alquiler. Actualmente ambas viven en un pequeño estudio que les cuesta 1.600 ringgits al mes. Residen en Kuala Lumpur, capital del país, y por tanto los precios son altos.

La compañía para la que trabaja Sueiro como oficinista puede ayudarle a conseguir el visado, pero la gallega denuncia la existencia de corrupción en el país en el que reside, y afirma que hasta que no consiga ciertos objetivos de ventas, no le ayudarán. Aunque asume que quizás sus esfuerzos no resuelvan sus problemas, no se da por vencida.

Denuncia la joven gallega que "si fuésemos una pareja de sexo opuesto, sería tan fácil como ir a Egipto y conseguir el papel, entonces podríamos viajar juntas a España sin problemas."

En Malasia no es legal el matrimonio homosexual; y la policía malaya aplica la sharia (ley islámica) sobre los locales, encarcelándolos si mantienen relaciones con personas del mismo sexo, pero se respeta a los turistas. Esta "doble moral" se debe a que Lumpur es una ciudad dinámica en la que conviven distintas razas, se construyen grandes riquezas y existe un gran movimiento de personas de todo el globo.

En cualquier caso, Sueiro denuncia que "los políticos malasios no están preparados para el cambio, y aunque nosotras nos casemos en un país donde es legal, en cuanto volvamos a Malasia no será efectivo a efectos prácticos. Estoy orgullosa de que España haya sido uno de los primeros países en legislar al respecto, pero la realidad es que en la mayor parte del mundo, el matrimonio homosexual no está permitido ni reconocido".

Su reflexión es que "Europa ha abierto un poco sus fronteras, pero la sociedad tiene miedo de lo extranjero y unos terminan pagando los errores de otros. Cuanto más conozco, más aprecio y admiro a las personas. Las diferencias son lo mismo con otro nombre."