Tomar antibióticos cuando no son necesarios contribuye a que las bacterias se hagan resistentes, pero también lo hace el uso masivo de estos medicamentos en las granjas de animales, para curarles, en piensos o, simplemente, para prevenir las infecciones a las que son más propensos debido a las condiciones en las que son criados. "Estamos ante un problema global y la solución tiene que ser global", subraya la Organización Mundial de la Salud (OMS), e insta a las instancias normativas, a la comunidad científica y a la industria a actuar "de manera coordinada" para reducir, en lo posible, la aparición y propagación de resistencias a los antimicrobianos, con medidas como "el refuerzo de la prevención de las infecciones y la mejora del control de las que se producen para evitar su propagación"; el desarrollo de "protocolos diagnósticos rápidos e innovadores"; y "el apoyo a la investigación" para favorecer la elaboración de vacunas, entre otras.

Otra de las soluciones para revertir esta situación pasa por la búsqueda de nuevos medicamentos capaces de sortear las defensas que les plantean los microbios. Pero la introducción de nuevos antibióticos en el mercado es cada vez más excepcional. ¿Por qué? Porque a las grandes compañías farmacéuticas no les interesa invertir cantidades multimillonarias en nuevos tratamientos que dejarán de ser eficaces al cabo de unos años a causa de las resistencias.

La situación, insisten desde el organismo internacional, es "preocupante". Solo en Europa, las bacterias resistentes a los antibióticos causan más de 25.000 muertes al año, el doble que el ébola en su último brote epidémico. En Estados Unidos, que en septiembre de 2014 lanzó una estrategia para combatir las resistencias a los antibióticos en personas y animales, la cifra de fallecidos es algo menor, aunque también superan los 23.000. España cuenta también con un plan preventivo y de acción, que el Ministerio de Sanidad hizo llegar el año pasado a todas las comunidades autónomas, y que va en la misma línea del estadounidense.

"Si no tomamos medidas importantes para mejorar la prevención de las infecciones y no cambiamos nuestra forma de producir, prescribir y utilizar los antibióticos, el mundo sufrirá una pérdida progresiva de estos bienes de salud pública mundial cuyas repercusiones serán devastadoras", advertía la OMS, en su informe de 2014. El mayor organismo sanitario mundial lo dejaba bien claro: "Están en peligro los logros grandes de la medicina moderna".