Su mirada dura y afilada, su presencia imponente como la de un cowboy crepuscular pero intrépido, y su alergia a la fama modelaron la figura de Sam Shepard, uno de los grandes dramaturgos estadounidenses de las últimas décadas y también un actor muy apreciado dentro del cine.

Ganador del Pulitzer en 1979 por su obra teatral Buried Child y candidato al Óscar al mejor actor secundario por el filme The Right Stuff (1983), Shepard falleció el jueves a los 73 años en su domicilio de Kentucky (Estados Unidos) por complicaciones derivadas de la esclerosis lateral amiotrófica, informó ayer un portavoz de su familia. La trayectoria de Shepard recorrió todos los paisajes posibles, desde su influyente y celebradísima labor como autor teatral a sus trabajos en el cine como actor y guionista, pasando por diversas aventuras con músicos de la talla de Patti Smith y Bob Dylan.

Nacido como Steve Shepard Rogers en Illinois, su infancia estuvo marcada por el alcoholismo de su padre, unos problemas con la bebida que Shepard también sufriría a lo largo de su vida. Su despertar artístico tuvo lugar en Nueva York en los años 60, un hervidero cultural en el que Shepard comenzó a hacerse un nombre escribiendo obras dentro del circuito alternativo y rupturista del Off-Broadway.

Con más de cuarenta títulos en su aclamada bibliografía, la obra de Shepard destaca por su profundidad a la hora de revelar las sombras y miserias del sueño estadounidense con historias que apenas dejan lugar para la esperanza. El derrumbe de la familia, el hundimiento de la "América profunda" y la soledad trágica de la vida rural fueron algunos de sus temas preferidos en obras como Buried Child y A Lie of the Mind.