La biografía de corte cinematográfico es un género literario de enorme calado comercial, y dependiendo, claro está, de la repercusión popular del biografiado las ventas pueden alcanzar cifras de mareo o no. Escritores del prestigio de Alexander Walker, Donald Spoto, Barbara Leaming, Bob Thomas, William J. Mann o Lee Server, autores de excelentes monografías sobre actores y actrices de renombre internacional, como las dedicadas a Marlon Brando, Rita Hayworth, Ava Gardner, Gary Cooper, Humphrey Bogart o Robert Mitchum, han demostrado, a través de sus enciclopédicos conocimientos, que la vida de las estrellas no está tan desvinculada como se creía de los procesos de transformación social o de la evolución de la propia dinámica creativa del cine. En cualquier caso, constituyen otro importante engranaje más en la compleja maquinaria intelectual que impulsa cualquier producción cinematográfica con aspiraciones. Por eso, las estrellas siguen despertando un interés que, en ocasiones, sobrepasa la mera curiosidad por conocer sus secretos de alcoba o por desvelar sus tormentosos conflictos sentimentales para situarnos frente al verdadero papel que desempeñan casi siempre en el rodaje de una película.

Pues bien, con la reciente edición de Pasiones de cine (Book Land Press, 2017), un voluminoso libro de biografías escrito por el editor, escritor y periodista madrileño Juan Tejero, el vasto fondo editorial existente en nuestro país sobre la vida y milagros de las grandes estrellas de Hollywood sigue ensanchándose, no solo con ediciones de autores nacionales sino con traducciones de reputadas figuras de la crítica internacional a los que se les reedita regularmente con segundas, terceras e incluso, en algunos casos, hasta con cuartas ediciones como respuesta a la importante demanda de textos biográficos que reclaman los consumidores de este género desde que fuera puesto en circulación por editoriales inglesas y estadounidenses en los heroicos tiempos del cine mudo.

Tejero, autor de otros trabajos de corte biográfico como John Wayne. El vaquero que conquistó Hollywood (2007), Audrey Hepburn. Una princesa en la corte de Hollywood (2010) o Grace Kelly. Hielo al rojo vivo (1999), centra esta vez su atención en desvelar el difícil encaje que tiene la vida profesional con la privada en un mundo, como el de Hollywood, obsesionado por conservar la apariencia de ejemplaridad a toda costa, sobre todo cuando las disputas afloran en el ámbito compartido de la pareja. Todo queda bien patente en los 26 retratos que incluye su autor en este volumen, cuya espléndida edición, en tapa dura y con gran despliegue de ilustraciones, aporta un importante valor añadido para quienes ponen siempre en valor el esmero de algunos editores por cuidar con hilo de oro el aspecto externo de sus publicaciones. Éste, sin ir más lejos, es un claro ejemplo.

En cualquier caso, y aunque no todo el monte sea orégano, el género continúa dando guerra en las librerías españolas, encabezando en casos muy concretos las listas de venta de la no ficción y exhibiendo músculo comercial ante un mercado editorial que si muriera algún día de algo sería de pura saturación. Los escaparates se inundan de obras que, a la sombra de un nombre solvente, intentan un acercamiento riguroso a la vida privada de las grandes celebrities, aunque en el caso que ahora nos ocupa el foco se ponga en las controvertidas relaciones de pareja entre grandes figuras icónicas de la pantalla, relaciones que en algunos casos contribuyeron a erosionar la reputación profesional de las propias stars o a poner negro sobre blanco algunos de los aspectos más oscuros, ocultos y escurridizos de sus azarosas vidas como supremos gobernantes de un reino ensoñador.

"En el Hollywood de la edad de oro, los estudios querían que el comportamiento de sus artistas reflejaran en su vida privada la imagen que ofrecían en la pantalla, por lo que todos estaban obligados a firmar una cláusula moral en la que prometían que no harían nada que pudiera poner en peligro su reputación. Las actrices no podían salir de casa sin estar vestidas y maquilladas de modo impecable y los actores debían comportarse siempre como caballeros, ya que en todos los platós había espías encantados de irles con el cuento a los cronistas de sociedad", explica Tejero en la amplia introducción que encabeza el libro. Pero esto no siempre fue preceptivo ya que algunas de esas míticas parejas hacían oídos sordos a cualquier consejo sugerido por los eternos guardianes de la moral. De ahí el elevado precio profesional que han tenido algunos que pagar por romper, voluntaria o involuntariamente, con las normas de comportamiento dictadas desde las esferas más conservadoras del viejo Hollywood para que su imagen pública no quedara en ningún momento en entredicho.

El cine, el norteamericano especialmente, no solo se ha construido a golpe de talento, de olfato comercial y mediante la intuición artística de legiones de profesionales de los más diversos oficios, como lo atestiguan las incontables producciones realizadas durante más de cien años de historia, sino mediante una larga y luminosa nómina de stars que, además de generar ganancias incalculables a las arcas de las grandes compañías, sembraron la semilla de una nueva y exultante religión que se extendería por todo el mundo con un fervor devocional, al tiempo que se convertiría en la base esencial de una cierta manera de entender el arte cinematográfico, centrada, fundamentalmente, en el culto exclusivo a la figura del actor.

A esta congregación se agregarían, como sus sumos sacerdotes, rostros legendarios de la gran pantalla que han sido capaces de provocar en sus fans la misma sensación que concita en un creyente el contacto espiritual con los símbolos de su fe. Durante varias décadas, las estrellas se convirtieron en el verdadero motor de la gran industria, la fuerza motriz de un complejo y sólido aparato de producción inspirado en los cánones de actuación impuestos por los halcones de Hollywood. Nombres míticos del cine, que hoy alimentan algunos de nuestros más ávidos recuerdos, como Marlene Dietrich, Jean Gabin, Jane Fonda, Roger Vadim, Clark Gable, Carole Lombard, Frank Sinatra, Lauren Bacall, Humphrey Bogart, Vivien Leigh, Laurence Olivier, Elizabeth Taylor, Orson Welles, Romy Schneider, Richard Burton, Ava Gardner, Katharine Hepburn, Ingrid Bergman o Steve McQueen formaron parte de esa poderosa élite de iluminados que ha venido señalando el rumbo a la industria cinematográfica norteamericana desde hace muchísimas décadas.