A lo largo del último año el vigués José María Mella, catedrático de Economía en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), se ha encargado de escudriñar en las razones de la pobreza en África. Desde septiembre de 2016 y hasta finales del pasado mayo dio clases en Kumasi, en Ghana, e investigó los problemas de la población con menos recursos. Ahora escribe ensayos con sus conclusiones e imparte conferencias sobre un tema -el de África y la pobreza que arrastran buena parte de sus países- que se estudia en Reino Unido o Francia, pero que solo tiene un seguimiento minoritario en España.

-¿Cómo ha sido su experiencia los últimos meses en África?

-Estuve dando clases en la Universidad de Kumasi, en Ghana. Tenía actividades docentes de economía. Con apoyo de los estudiantes además hacía trabajo de campo, entrevistas. Primero hicimos un trabajo en la zona colindante a la universidad, periurbana, semirrural? Después en el norte del país.

-¿Sus estudios le han permitido determinar las causas principales que ocasionan la pobreza?

-Después de ese trabajo de campo, consultar a la gente pobre sobre sus problemas? La primera comprobación que hicimos, por ejemplo, entre los pequeños vendedores es que al final del día -después de trabajar 10 o 12 horas- su ingreso neto era equivalente a dos euros. Eso está en la línea de pobreza definida por el Banco Mundial y tiene repercusiones muy serias porque, con esos ingresos, se gasta todo y no se puede ahorrar.

-¿Y cómo se explican esos niveles de renta tan bajos?

-Son actividades de muy poca productividad. Venden cassava, por ejemplo, que es un alimento básico, productos muy primarios. La causa principal es que están especializados en actividades de baja productividad. Por tanto, la clave para salir de la pobreza es llevar la mano de obra de sectores de baja productividad a otros con unos niveles mayores, como por ejemplo actividades de transformación de productos básicos, como el cacao o el oro... Pero claro, el 60% de la propiedad de la tierra en esa región la tienen nobles que dependen del rey. Eso produce poca movilidad en la compra y venta de tierras o que se vedan más caras. Ahora bien, hay otras zonas en las que se produce más, donde se utiliza maquinaria, fertilizantes... Lo que eleva la productividad agrícola. Así se logran excedentes y una parte de lo producido sale al mercado.

-¿Mejorar la agricultura es una de las claves para acabar con la situación de pobreza?

-Sí, pero para modernizar la agricultura hay que tener otros requisitos, como por ejemplo la electrificación rural. Ese es un gran desafío, tanto en el rural como en zonas periurbanas. Al mismo tiempo hay que asegurar la provisión de agua y agua potable, directamente relacionada con la malaria y diarrea.

- La electrificación, el agua... ¿Cómo se afronta toda esa inversión?

-La inversión en infraestructuras es muy insuficiente. Se tarda mucho en los procesos burocráticos, no son nada transparentes, falta capital institucional... La colaboración entre la administración pública y privada es fundamental, ya que se introduce más eficiencia. Yo creo que las empresas extranjeras tienen que meterse en estas infraestructuras, por ejemplo las españolas -con mucha experiencia- y comprometer también al Gobierno.

-¿Hay un horizonte realista en el que se pueda acabar con la pobreza? Y en ese caso, ¿cómo?

-Es posible, no en una o dos décadas... peor sí en una o dos generaciones. En Asia la experiencia lo demuestra. Lo que sucede es que tienen que darse algunas condiciones muy exigentes y nada fáciles: debe haber instituciones inclusivas y respetadas por la población, estado de derecho, respeto a la ley... Normalizar políticamente siguiendo la estructura de los estados de derecho, de separación de poderes. La ayuda no es solo cuestión de dinero, sino también de cooperación. Los países que tienen mejor respeto a la ley tienen más oportunidades de negocio y crecen más.