El Papa defendió ayer en la ciudad colombiana de Medellín una Iglesia que no sea "indiferente" ante el sufrimiento de los más desamparados y ultrajados, al tiempo que pidió "coraje evangélico" para renovarse a través de la ponderación de "lo normativo", pero siempre "firme y bien fundado en la fe". "No podemos ser cristianos que alcen continuamente el estandarte de prohibido el paso, ni considerar que esta parcela es mía, adueñándome de algo que no es absolutamente mío", señaló ante cientos de fieles.