La población española envejece y esta situación nos lleva a tener que plantearnos nuevas decisiones contando con la voluntad e independencia de nuestros mayores. Es fundamental aprender a envejecer y a respetar a las personas de más edad. Hasta hace pocos años, los humanos nos moríamos a edades más tempranas y no se planteaba esta situación en la que nos encontramos. Se han incrementado ciertas patologías en las que se produce un deterioro cognitivo que genera problemas a todos los niveles (personal, social, familiar, sanitario, etc...) Entre todos podremos resolverlos.

La vejez es un proceso biológico que se ve afectado por el contexto social. Se le rinde culto a la juventud y lo que conlleva: vitalidad, belleza, energía, etc... y se vive con temor todo lo que se relaciona con el envejecimiento y la muerte. No ocurre así en otras culturas en las que se considera a los ancianos como los depositarios de la sabiduría y el poder y se les respeta por ello.

El porcentaje de mayores de 65 años se ha duplicado en estos últimos años y las previsiones señalan que necesitarán algún tipo de ayuda para realizar sus actividades habituales a medida que vaya pasando el tiempo. En la vejez se vuelve a un estado de dependencia similar al de la infancia pero, en vez de ganar autonomía, se van perdiendo habilidades y provocando un sentimiento de fragilidad al que deben adaptarse tanto la persona que envejece como su entorno familiar más o menos cercano. Esta situación genera una responsabilidad que suele resultar difícil de asumir porque no nos sentimos preparados para hacerlo.

Cuidar a un familiar supone una tarea agotadora que debilita al cuidador (aunque lo haga de manera cariñosa y desinteresada). Es necesario mejorar los recursos para que la atención sea la adecuada a cada situación. También deberían respetarse los deseos de los ancianos y su capacidad de decisión en lo que se refiere a sí mismos. Es importante que sigan realizando actividades cotidianas (mientras puedan hacerlo) para mantener su sensación de utilidad y evitar un mayor deterioro físico y mental.

Se considera que se convierte en dependiente cuando requiere ayuda para realizar actividades cotidianas como comer, vestirse, lavarse, medicarse..., lo que obliga a los afectados a encontrar una manera de resolver la situación. El problema se agudiza cuando el deterioro cognitivo aumenta y la persona a la que estamos cuidando ya no se parece a la que conocíamos y debemos adaptarnos a ello (lo que resulta doloroso y difícil).

Para resolver la situación existen varias opciones entre las que destacaría:

-La propia familia. Cada vez resulta más complicado el cuidado de las personas mayores en el seno familiar porque suelen ser las mujeres las encargadas y no es fácil conciliarlo todo. Resulta imprescindible que todos participen en el cuidado del anciano para evitar que la responsabilidad recaiga en una única persona. Entender que cada uno tiene un papel y una tarea de la que ocuparse y mantener la idea de grupo y de que todos son importantes. Cuidar al cuidador principal es fundamental para que todo el sistema funcione y evitar que enferme y los problemas se multipliquen.

-Cuidador en casa. Elegir a la persona indicada y confiar en ella es fundamental para que funcione bien la relación. Puede convertirse en una ayuda imprescindible que mejore la calidad de vida de todos los miembros de la familia.

-Residencias. Solo un 6% de los mayores de 65 años se animan a vivir así. Además, las opciones son escasas y no es fácil acceder a ellas. Los profesionales que trabajan en estos centros están muy cualificados y actúan de manera ejemplar. La experiencia de quienes las prueban es muy positiva y suelen sentirse bien cuando se adaptan a esa nueva etapa.

Lo recomendable es consultar al médico para conocer el estado real de salud del mayor y elegir la opción que mejor se adapte a la situación familiar. Tampoco hay que plantearse que va a ser una situación indefinida porque cualquier cambio es factible. En muchas ocasiones se sigue la cascada de decisiones (familia, cuidador y residencia) en función del desarrollo de las patologías del anciano. No hay que sentirse culpables en ningún caso; simplemente adaptarse a lo que va ocurriendo en cada momento y hacer lo que sea necesario en cada etapa.