Esta vida es un continuo aprendizaje, en redes sociales más. Hoy, la representante de una blogger, youtuber, influencer me ha ofrecido la posibilidad de que la fotógrafa personal y la influencer cenaran gratis en Tapas 3.0 por ser un local "cool y chic". Ella colgaría una foto en Instagram, aquí me daría la posibilidad de elegir la comida con la que la agasajaríamos. Por todo este arduo trabajo, comer por la patilla, tener camareros, cocineros... trabajando para la influencer yo tendría que pagarles 100 euros más IVA".

Este es el comienzo de un hilo de Twitter que ha tenido gran impacto las últimas semanas. En él, el dueño de un restaurante de Salamanca se queja amargamente de la oferta de la blogger-youtuber-instagramer-influencer.

La gran mayoría de los comentarios que ha recibido el hilo se resumen en "habrase visto, pero qué jetas son estos influencers. Quieren comer por la patilla y además cobrar por ello".

Quizá la blogger-youtuber-instagramer-influencer, que tiene una comunidad -personas a la que puede llegar con los contenidos que publica en sus diferentes redes sociales- que supera las 150.000 personas, no se supo explicar bien, quizá fue un problema de comunicación, pero no hay que rasgarse las vestiduras porque alguien te ofrezca hacer publicidad, en este caso, de un restaurante a través de sus redes sociales.

Nadie se alarmaría si un comercial de una radio, una revista o un periódico le ofrece publicidad en estos medios a cambio, por ejemplo, de 100 euros. Porque la publicidad, queramos o no, sea en el medio en el que sea, hay que pagarla.

Lo que tenemos que empezar a entender es que han entrado nuevos actores en el mercado de la publicidad que tienen sus propios canales (redes sociales, blogs, YouTube?) que son utilizados por muchas marcas para que hagan publicidad de sus productos. ¿Qué tiene más impacto? ¿Que Paula Echevarría o Dulceida, cada una con más de dos millones de fans en sus cuentas de Instagram, publiquen una foto de un producto o un anuncio convencional?

Eso sí, lo primero que hay que hacer es separar el grano de la paja. Porque hay cada influencer que? madre de dios. Pero eso es un problema de las empresas que deben discernir entre los buenos y los malos. Y algo muy importante: para que este tipo de acciones publicitarias funcionen la audiencia-comunidad tiene que ser muy similar a la del producto que se anuncia. Porque de nada vale que la audiencia de ese personaje sea, por ejemplo, de mujeres menores de 25 años, cuando el producto va dirigido a hombres a partir de los 40.

El único pero en todo este asunto es que este tipo de publicidades tiene que separarse de la información y de la opinión. En España, la Ley General de Publicidad deja claro que toda publicidad debe estar bien identificada. Y es algo que no ocurre con todos estos contenidos patrocinados. A veces, los i nfluencers especifican que ese contenido es patrocinado, pero en la mayoría de los casos mencionan a la marca de forma muy disimulada. En EEUU medio centenar de influencers ya han recibido un aviso en el que se les advierte de que están haciendo publicidad encubierta.

Las grandes de Instagram, como Paula Echevarría o Dulceida, pueden llegar a cobrar hasta 3.500 euros por cada foto patrocinada que publican. Ya hay webs que calculan el precio que puede cobrar un usuario de Instagram teniendo en cuenta su influencia en esta red social. A mí me sale entre 15 y 25 euros por foto. No influyo ni en mi casa.