Tengo una prima de 15 años que siempre que la veo le pregunto por el uso que hace de las redes sociales. No es un interrogatorio inquisitorial, sino curiosidad. Curiosidad por saber cómo las están utilizando los más jóvenes y el uso que hacen de ellas.

La gran estrella en estos momentos -mañana puede ser otra- es Instagram y sobre todo las Stories. Que son más parecidas a la vida real que las fotos perfectas del timeline. Las Stories son actualizaciones, fotos o vídeos, que a las 24 horas desaparecen. Es una funcionalidad que llegó en agosto del año pasado y buena parte del crecimiento que ha tenido Instagram en los últimos meses se lo debe a ellas. Y no son originales.

Son una vil copia de Snapchat, otra red social que llegó a estar también muy de moda entre los jóvenes hace un año, pero que ahora anda de capa caída. Facebook, dueña de Instagram, la quiso comprar, pero como le dio calabazas calcó la idea. Así, sin ninguna vergüenza. Es uno de esos ejemplos en el que la copia ha superado al original.

"Lo único que veo son las Stories. Casi nunca el timeline", explica mi prima con su móvil en la mano. Y como ella, la mayoría de los que tienen dos años más o dos años menos.

Esta generación Z, compuesta por los que tienen menos de 18 años, llegó a Instagram cuando el resto de redes sociales, como Facebook, Twitter o LinkedIn, estaban ya consolidadas. Y Myspace, por ejemplo, ya había pasado a mejor vida.

Instagram nació el 6 de octubre de 2010. Acaba de cumplir siete años. Facebook, Twitter o LinkedIn tienen más de una década de vida. Fue la primera red social que nació exclusivamente para el móvil, sin versión para ordenador.

Primero solo estaba disponible en iOs. Es decir, la única forma que había de tener acceso a ella era poseer un iPhone. En aquel momento el iPhone 4. Ahora ya vamos por el 10, perdón, el X. Por eso, al principio era un poco elitista porque sus usuarios tenían una capacidad económica media-alta (capaces de gastarse 700 euros en un móvil) y además les gustaba la tecnología.

Año y medio, que a la velocidad que van las redes sociales es un mundo, tardó en salir la versión para Android y a partir de ahí el crecimiento ha sido exponencial. A finales de septiembre ha superado los 800 millones de usuarios activos y si sigue la progresión de los últimos meses antes de que acabe el año alcanzará los 1.000.

La generación Z usa Instagram como una plataforma para comunicarse. Mientras los mayores andamos con el WhatsApp a cuestas, los más jóvenes se comunican entre ellos a través de esta red social. Eso sí, casi todos tienen el perfil privado porque no quieren que sus padres o hermanos mayores husmeen en su cuenta.

Hay alguno que para saltarse el control familiar tiene dos: una abierta, para sus familias, y otra cerrada y secreta, para sus amigos.

¿Y Snapchat?, le pregunto a mi prima. "Ya no la uso. Como Facebook le copió las Stories la he dejado usar", me contesta. ¿Y Twitter? "¿Twitter? Está muerta", sentencia de forma rápida y lapidaria.

¿Qué Twitter está muerta? Muerta o no, Twitter no atrae a los más jóvenes como lo ha hecho Instagram. Es una generación que ha nacido con la imagen y eso de escribir 140 caracteres no va con ellos.

Para qué gastarse los pulgares si se puede decir con una imagen o un vídeo. Y si además, desaparecen a las 24 horas mucho mejor.

¿Quién decía que los más jóvenes no controlaban su privacidad en las redes sociales? Solo había que darles las herramientas para que lo pudiesen hacer, eso sí, a su manera.