La reconocida luchadora por los derechos de los transexuales y diputada socialista de la Asamblea de Madrid, Carla Antonelli, acaba de presentar su documental biográfico El viaje de Carla.

- ¿Cómo se hizo activista trans?

-No es algo premeditado. Fue una cuestión de supervivencia y de resiliencia, de convertir todo aquello negativo que te sucede en positivo. No quería aceptar una situación a la que estaba condenada. Vengo de una época en la que cuando te arrojabas a la calle, aún estaba en vigor la ley de peligrosidad social, y la policía intervenía de manera salvaje. Al final aprendes a convivir con un pie en la legalidad y otro en la ilegalidad. Y al final empiezas a defender tu propia existencia y a pensar que no estabas predestinada para ninguna de esas cosas. Y que tenías derecho a tener los mismos derechos que el resto de población. Comienzas con una situación de supervivencia y al final te ves envuelta en una cuestión que no es sólo de tu persona sino que es un paraguas que se abre en representatividad de otras tantas más. Ahí adquieres un compromiso. Quién me iba a decir a mí que aquella niña de 17 años que terminó en la esquina de un parque con más miedo que vergüenza iba a volver a poder regresar a esa ciudad, Las Palmas de Gran Canaria. Y que esa esquina la iba a volver a contemplar desde un hotel al que no se podía entrar cuando yo tenía 17 años. Y que aquella niña estaba ahora en aquella azotea de aquel hotel hablando de derechos.

- En el retorno a su pueblo, retratado en el documental, ¿ha podido exorcizar todos sus demonios?

-En mi vida he cerrado casi todos los asuntos que podía cerrar. Si había viejas heridas, demonios que exorcizar o fantasmas que ahuyentar, ésos los ahuyenté el día que regresé a mi pueblo 32 años después de haberlo abandonado y 32 años después de no haber vuelto a pisar nunca sus calles. Sólo regresé para ver a mi madre como una prófuga, yendo en un coche y no volviendo a caminar por las calles y plazas. Ese regreso a mi pueblo fue como romper un gran muro de cristal a martillazo limpio.

- A nivel legal, ¿qué es lo más urgente por conseguir para el colectivo trans?

-En el Congreso de los Diputados tenemos registrada la reforma de nuestra propia ley, la ley 3/2007 de Identidad de Género, que fue un hito en su momento pero que hoy necesita una reforma para su com-pleta despatologización, para la inclusión de los menores y las personas extranjeras en su tarjeta de re-sidencia. Esta ley la trabajamos en el Congreso la diputada Lola Galovart y yo misma. El PSOE se ha comprometido a que antes de que acabe este año esa ley será llevada a la toma de consideración. Es una ley rápida, sencilla, donde se despatologiza completamente la transexualidad.

- ¿Está como una enfermedad ahora?

-La OMS contempla la transexualidad como una patología. Con esa ley de 2007 se consiguió que no fuera necesaria una cirugía de genitales para obtener la documentación. Hasta ese momento, si querías un DNI acorde a tu identidad tenías que pasar por un quirófano. Y antes haber tomado tratamiento y tener una evaluación psiquiátrica. Entonces, usamos el mismo protocolo para no operarte. Intentamos dar una garantía porque había gente que decía que los delincuentes se iban a cambiar de sexo para ahuyentar las cosas pendientes con la justicia. Una auténtica tontería. Pero esa ley tuvo sentido en su momento. Al final, lo importante también es que todas las comunidades están haciendo sus leyes de transexualidad y LGTBfobia. Además de las leyes, la educación en la diferencia es básica. Mucha gente nos dice, ¿más? Si ya lo tenéis todo conseguido. Mira, si lo tuviéramos todo conseguido, el colectivo Lgbti no sería uno de los colectivos contra los que más se atenta por delitos de odio.

- Con la reivindicación de los menores, Hazte Oír puso en marcha sus buses ¿Qué opina?

-La libertad de religión, que es a lo que se acogen, no puede pasar por encima de la libertad a la personalidad. La libertad de religión no puede infligir daño a otras personas. Para mí son los autobuses de la vergüenza.

- Como diputada socialista, no puedo dejar de preguntarle por el conflicto con Cataluña.

-Es delicado. Pienso que ha habido una provocación de llevarlo todo al límite porque se sabía perfectamente hasta dónde llegaría el otro en cada caso. Para mí, ha sido una pelea de gallitos para ver quién doblegaba al otro. Los grandes perjudicados son los ciudadanos.