La madrugada de mañana se producirá el cambio de hora, cuando a las 03.00 horas se retrasarán los relojes y volverán a ser las 02.00, dando así por finalizado el horario de verano. El cambio de hora de verano a invierno se produce en toda Europa, de acuerdo a la Directiva Comunitaria del Cambio de Hora, que es de obligado cumplimiento con el objetivo de lograr un ahorro energético.

Según estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el potencial de ahorro en iluminación podría alcanzar en torno a 300 millones de euros, el equivalente al 5%. De esa cantidad, 90 millones corresponde al potencial de los hogares españoles, lo que supone un ahorro de 6 euros por hogar y 210 millones restantes se ahorrarían en los edificios del terciario y en la industria.

El cambio de hora empezó a generalizarse a partir de 1974, a partir de la primera crisis del petróleo, cuando algunos países decidieron adelantar el reloj para aprovechar mejor la luz del sol y consumir así menos electricidad en iluminación. Se efectúa siempre el último domingo de octubre en el caso del horario de invierno, cuando el reloj se retrasa una hora, y el último domingo de marzo, cuando se adelanta una hora el reloj y comienza el horario de verano.

Las personas mayores son probablemente las más afectadas por el cambio de hora ya que, según la Sociedad Española del Sueño (SES), pueden llegar a tardar hasta dos semanas en adaptar su sueño al nuevo horario. Así lo indicó ayer el coordinador del grupo de cronobiología de la SES, Javier Albares, que señaló que en los niños y las personas mayores el reloj biológico es menos flexible y se adapta peor a los cambios. "Hay un desajuste entre el reloj biológico y el reloj social, que es el que cambia, por lo que nuestro cuerpo necesita unos días para adaptarse", explica Albares, también director médico de la Unidad del Sueño del Centro Médico Teknon (Barcelona).

En estos grupos de población más sensibles es normal que los días siguientes al cambio horario noten sueño antes de la hora habitual y que también se despierten antes de lo normal.

Mientras que los adultos se adaptan a este cambio en tres o cuatro días, las personas mayores pueden tener más dificultades, dormirse demasiado temprano y despertarse antes durante una o dos semanas. A pesar de que el cambio horario que se produce en otoño es, según Albares, el que menos afecta a la salud porque le ganamos una hora al día y, por lo tanto, tenemos una hora más para dormir por la noche, algunas personas sí que tardarán un poco más en adaptarse.

Lo ideal, según los expertos, para reducir las repercusiones del cambio de hora -sueño, insomnio, cansancio, desajustes digestivos o alteraciones en el humor debido a que anochece antes por la tarde- es adaptar el cuerpo cuanto antes al nuevo horario. Así, es aconsejable que unos 3 o 4 días antes las personas más vulnerables empiecen a tener más actividad física y luz por la tarde, aunque sea luz artificial, porque de esta manera se va retrasando la hora a la que comienza el sueño. También una pequeña siesta de 15 o 20 minutos puede ayudar a retrasar la necesidad de dormir. En cualquier caso, Albares recomienda no darle demasiada importancia a este cansancio que pasará en cuestión de días.