La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo advirtió en 2014: la resistencia a los antibióticos es "el gran riesgo de salud pública del siglo XXI". Solo en Europa, las llamadas superbacterias causan cada año más de 25.000 muertes, superbacterias el doble que el ébola en su último brote epidémico. Y la cifra va en aumento. Los expertos lo tienen claro: sin "medidas globales", infecciones comunes, tratables durante decenios, volverán a ser potencialmente mortales.

El Ministerio de Sanidad, a través de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), lanzó ayer la campaña publicitaria Antibióticos: tómatelos un serio, con la que pretende, precisamente, concienciar sobre la importancia del uso prudente de los antibióticos, y recuerda que no son eficaces contra la gripe.

"Los antibióticos nos ayudan a tratar infecciones causadas por bacterias, pero no curan infecciones por virus como la gripe o el resfriado. Si los tomas sin receta, las bacterias se hacen resistentes y los antibióticos dejan de funcionar, poniendo en riesgo la salud de todos. Pon de tu parte para que sigan curando", recuerdan desde el departamento que dirige Dolors Montserrat.

No hay duda de que el consumo desmedido e irracional de antimicrobianos, y en particular de antibióticos, y la escasez de tratamientos alternativos, ha pasado de ser una amenaza de futuro para convertirse en una realidad con un precio muy elevado: el aumento de la resistencia a esos medicamentos, un grave problema que se registra en todos los países del mundo y que puede afectar a cualquier ciudadano, con independencia de su edad, tal y como alertó, en 2014, la OMS, al presentar su primer informe global sobre esta cuestión, en el que avanzaba que "podría poner en jaque los avances en salud". El fallecimiento, el año pasado, de una mujer en Estados Unidos por una infección de orina causada por una variante resistente a la colistina, el medicamento de último recurso para esos casos, hizo saltar de nuevo las alarmas sobre un asunto que, desde hace años preocupa, y mucho, a los microbiólogos. "Es un viejo antibiótico, pero era el único que nos quedaba para lo que yo llamo una bacteria de pesadilla", advirtió Thomas Frieden, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, refiriéndose a la familia de bacterias conocidas como Enterobacterias Resistentes a Carbapenemasas (ERC). "Este es el final del camino de los antibióticos, a no ser que actuemos rápidamente", agregó el experto.

El problema no es nuevo. Cuando el científico escocés Alexander Fleming descubrió la penicilina, a finales de los años 20, los médicos pensaban que era la panacea, que las infecciones iban a desaparecer, pero no estaban en lo cierto. El propio Fleming lo advirtió en 1945, al recoger el premio Nobel de Medicina por ese hallazgo. "Llegará un día en que cualquiera podrá comprar penicilina. Entonces existirá el peligro de que un hombre ignorante pueda fácilmente tomar una dosis insuficiente y que al exponer sus microbios a cantidades no letales del fármaco los haga resistentes". Y así fue. Pocos años después, empezaron a surgir las primeras cepas resistentes. ¿Por qué? Tal y como explicó entonces a este diario el jefe del Servicio de Microbiología del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), Germán Bou, la resistencia a los antibióticos "es inherente a la propia vida". "Estos fármacos funcionan matando o impidiendo que crezcan las bacterias, pero también puede ocurrir que algunos de esos microorganismos cambien, se hagan más fuertes y se propaguen. Cuanto más a menudo se use un antibiótico, más probabilidades habrá de que las bacterias se vuelvan resistentes", advirtió.

Los antibióticos son moléculas que destruyen a los microorganismos bacterianos y pueden ser de dos tipos: bacteriostáticos, si inhiben el crecimiento de las bacterias, o bactericidas, cuando las matan directamente. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no todos los procesos infecciosos están producidos por bacterias.

"Si un paciente sufre una infección causada por un virus y se le administran antibióticos no servirá de nada, ya que este tipo de fármacos no matan a los virus ni frenan su crecimiento", explicó el doctor Bou. De ahí la importancia de someter a los pacientes a diagnósticos microbiológicos para saber si las infecciones están producidas por un virus o una bacteria antes de iniciar los tratamientos. "Los ciudadanos, por su parte, han de tener en cuenta que los antibióticos solo deben tomarse bajo la prescripción del médico. Bajo ningún concepto hay que automedicarse. También es importante tomarlos en las dosis adecuadas y en los tiempos aconsejados. No hay que terminar los tratamientos ni antes, ni después, porque tan mala es una cosa como otra", añadió.