Catedrático de Economía de la Empresa de la Universidad Autónoma de Barcelona, Emilio Ontiveros es uno de los referentes en la materia del país y coautor de la obra Las ciudades del futuro: inteligentes, digitales y sostenibles (Ed. Ariel, 2017), donde expone el concepto de ciudad sostenible. En conversación con LA OPINIÓN, expone las ventajas que ofrece la tecnología para mejorar la vida de los ciudadanos.

-¿Qué es para usted una ciudad inteligente?

-Una ciudad inteligente es aquella que satisface como primer requisito la disposición de unas infraestructuras tecnológicas al servicio de la interlocución con los ciudadanos, y al mismo tiempo poniéndola al servicio de la captación de preferencias de esos ciudadanos. También a disposición de la gestión de los servicios propios de esa ciudad. Pero el concepto de ciudad inteligente se ha enriquecido mucho en los últimos años y hoy la sostenibilidad, es decir, la contribución a una gestión energética eficiente y la creación de una ciudad mucho más habitable, es un elemento fundamental. El tercer elemento sería la inclusión, la utilización de las ventajas tecnológicas para lograr el aumento de la cohesión social, para reducir la desigualdad.

-¿Qué ciudades españolas tienen esa inteligencia?

-Bilbao ha sido reconocida por ser capaz de pasar de ser una de las ciudades grises de España a ser una de las ciudades en las que el conocimiento juega un papel importante. Barcelona lo fue en 2014, pero desde 2015 da síntomas de agotamiento. En Málaga ha habido una voluntad clara de las autoridades por construir una especie de microsistema tecnológico.

-¿Es algo exclusivo de las grandes ciudades?

-No, en núcleos urbanos más pequeños se pueden hacer muchas cosas. Recientemente llevamos a cabo un experimento en un pueblecito de Cantabria, que funcionó durante un tiempo sin dinero en metálico. La experiencia ha sido muy interesante. Una de las reflexiones fue que se empieza logrando que una señora mayor pague sus gastos ordinarios con la tarjeta o con el móvil y el siguiente paso será que sepa pedir hora en el hospital para hacer la revisión. En ciudades de Dinamarca hay ciudadanos que cuando van al templo hacen su donación con un dispositivo móvil, que hoy en día tienen más capacidad de computación que la que dispuso la NASA para enviar los primeros cohetes al espacio. No hace falta crear eruditos tecnológicos, no se puede crear un Silicon Valley en cada pueblo, pero sí que hay que llevar a cabo una profunda alfabetización digital.

-Habla usted de la necesidad de llevar a cabo una alfabetización digital. ¿Estamos haciendo lo suficiente?

-Es básica. Es tan necesaria a lo que fue en su día aprender a leer y a escribir. Nos guste o no, hay que tecnologizar la vida social y económica. Y el microsistema donde puede tener lugar esa transmisión de conocimientos digitales es la ciudad. La tecnología ha dejado de ser algo que contribuía a mejorar las condiciones de trabajo de unos cuantos para convertirse en especie de vector transversal que atraviesa todos los ámbitos de la actividad humana.

-¿Qué hace falta para lograr esa alfabetización digital? ¿Implicación política?

-Garantizar un mejor hábitat en una ciudad no es una cuestión exclusiva de los políticos. Ellos deben ser movilizadores de alianzas, de participación, para que todos los agentes económicos y sociales se impliquen en la construcción esa ciudad inteligente.