La Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN) hizo ayer un emotivo alegato contra los arsenales atómicos al recibir el Nobel de la Paz y, con el drama de Hiroshima de fondo, urgió a las grandes potencias a unirse al tratado de prohibición consensuado en la ONU. Esta organización que agrupa a 468 entidades y ONG en 101 países estuvo representada por su directora ejecutiva, Beatrice Fihn, y la activista y superviviente de la bomba atómica lanzada en 1945 por Estados Unidos sobre Hiroshima (Japón) Setsuko Thurlow, que recogieron juntas el premio y pronunciaron un discurso a medias.

A Thurlow, de 85 años, le tocó la parte más cruda, un duro relato sobre sus recuerdos del ataque nuclear que silenció al salón principal del Ayuntamiento de Oslo y provocó no pocas lágrimas entre el millar de asistentes, como no se vio en años en una ceremonia que suele tener un carácter más festivo y relajado.

"Hoy quiero hacerles sentir en este auditorio la presencia de quienes perecieron en Hiroshima y Nagasaki, quiero hacerles sentir una gran nube de un cuarto de millón de almas. Cada persona tenía un nombre, cada persona era amada por alguien. Asegurémonos de que sus muertes no fueron en vano", afirmó Thurlow.

La superviviente japonesa pasó a hablar del "vivo" recuerdo del día del bombardeo, de la sensación de "flotar" en el aire, el colapso de su escuela, los gritos de sus compañeros y su sobrino Eiji, de 4 años, convertido en "un trozo fundido de carne" que siguió pidiendo agua hasta morir. "Mientras salía arrastrándome, las ruinas ardían. La mayoría de mis compañeros de clase murieron quemados vivos. Vi a mi alrededor una devastación total, inimaginable", explicó. Thurlow, con voz serena, no ahorró detalles sobre el ataque que "borró" su ciudad natal, incluidos familiares y 351 compañeros de clase, que en los años siguientes "y aún hoy" ha provocado la muerte de miles de personas más por los efectos retrasados de la radiación.