Con brío vital, alegría en su rostro y "satisfecho" de su alma. Así se levantó ayer de su cama el hombre más longevo del mundo, el extremeño Francisco Núñez, que ayer cumplió 113 años. Con una tensión arterial perfecta y sin azúcar en la sangre, Francisco desayunó unas magdalenas y, poco después, un yogur líquido, "como cada día".