"Esa mierda". De este modo se refiere a Facebook Chamath Palihapitiya, vicepresidente de crecimiento de usuarios de esta red social entre 2007 y 2011. Palihapitiya confesó recientemente en un foro de la Escuela de Negocios de Stanford la "gran culpa" que siente por haber contribuido al desarrollo de Facebook, una tecnología que está "desgarrando la sociedad", asegura. Este exejecutivo de la multinacional con 2.000 millones de usuarios activos -una cuarta parte de la población mundial- sostiene que Facebook está destruyendo el funcionamiento de nuestra sociedad, erosionando las bases de las relaciones entre las personas, acabando con "cualquier discurso civil" y con cualquier forma de cooperación, respaldando la extensión de imparables campañas de desinformación y la universalización de la falsedad.

Palihapitiya es el último en sumarse al coro de críticas, cada vez más creciente, sobre el impacto social nocivo que tienen unas redes sociales, donde Facebook es hegemónica. No quiere que sus hijos usen ya una plataforma que, según denuncia, "programa" gracias al uso de algoritmo los comportamientos de las personas "sin que ellas se den cuenta". No es el único ejecutivo que hace esta advertencia pública. Sean Parker, primer presidente de la compañía, ya censuró la manera en que Facebook "explota la psicología humana" y crea en sus usuarios un pernicioso ciclo de retroalimentación a corto plazo para obtener la validación social a través de limitadas interacciones como los me gusta.

La llegada de Trump al poder en EEUU -con el hervidero de noticias falsas en las redes que caldearon al electorado escorándolo a la derecha- ha hecho despertar a muchos sobre el efecto del uso de una tecnología que, hasta la fecha, se consideraba la manera más directa de llegar a la sociedad ideal, gestionada a través de una democracia perfecta. Hoy, aquellos sueños están siendo reemplazados por pesadillas: polarización social e implantación de un pensamiento tribal cada vez más acentuado por los algoritmos que sólo nos dejan ver las opiniones más afines a nuestra forma de pensar, encerrándonos en una "burbuja" de retroalimentación ideológica; difusión de las noticias falsas como nueva peste del siglo XXI, circulación sin límites para los discursos de odio, los crímenes en directo o los mensajes terroristas... Y todo en una plataforma cuyo objetivo confeso es hacer el bien a la humanidad pero que, en la realidad, factura millones y millones aprovechando nuestros datos más íntimos para colocarnos publicidad personalizada. La evidencia es tal que Facebook ha tenido que salir a la palestra para tapar tantas grietas que se están abriendo en este Titanic del nuevo siglo.

El viernes pasado, Facebook publicaba en su blog corporativo un nuevo post dentro de su serie Preguntas difíciles, donde aborda los asuntos que efectivamente son difíciles (para la compañía) y cuestionan su papel en la sociedad. El texto lo firmaban David Ginsberg, director de Investigación de Facebook, y Moira Burke, científica investigadora. Lo que más ha sorprendido de este mensaje, según publicaciones estadounidenses especializadas en tecnología, es que Facebook reconoce que, en efecto, el uso de Facebook puede resultar dañino para los usuarios. Pero no se preocupen, no se están haciendo el harakiri. Hay muchos millones en juego. A renglón seguido, la conclusión de la compañía es que para curarnos del deterioro que nos causa el uso de Facebook lo que necesitamos es más Facebook.

Nos explicamos. Los dos investigadores de la compañía explican, citando varios experimentos y autores, que "en general cuando las personas pasan mucho tiempo consumiendo pasivamente lectura de información pero no interactuando con las personas, se sienten peor después". La culpa, viene a decir Facebook, es nuestra, que practicamos un "consumo pasivo", así que lo que tenemos que hacer para salir de ese rincón de soledad real donde nos arrinconan las redes es mandar más comentarios, hacer más actualizaciones, engancharnos más. Y dicen: "Un estudio que llevamos a cabo con Robert Kraut en la Universidad Carnegie Mellon descubrió que las personas que enviaban o recibían más mensajes, comentarios y publicaciones en su 'muro' percibían mejoras en el apoyo social, la depresión y la soledad". En resumen: para quitarse de la heroína, otro pico.