Para María Jesús Vázquez, del estanco del número 47 de la avenida de Os Mallos, ayer fue un "día muy feliz". Le bastaba con saber que había vendido un décimo de un quinto premio de la Lotería de Navidad valorado en 6.000 euros para estar "muy contenta" y para dejar que su imaginación volase y que se quedase en el bolsillo de alguno de sus clientes habituales. Esos que van a comprar tabaco pero que, un día, se animan a llevar un décimo de lotería, de esos que se imprimen a máquina y están plastificados.

"A mí me hace mucha ilusión porque, así, la gente ve que estos décimos también tocan", decía ayer entre risas María Jesús Vázquez, con las manos siempre ocupadas, dando la vuelta a sus clientes, sellando bonolotos y posando con el cartel que la distingue como orgullosa vendedora de un quinto.

"No es la primera vez que damos un premio, pero sí que nos estrenamos con la Lotería de Navidad, en noviembre dimos un segundo premio, pero de la Lotería de los jueves", explicaba ayer María Jesús, que comparte mostrador con su marido, Ramón.

El negocio lleva diez años en la avenida de Os Mallos y sumó el servicio de venta de loterías y apuestas en cuanto el Gobierno autorizó la medida. Desde entonces, se han llevado muchas alegrías, pero la de ayer, según explicaban, era especial, aunque solo fuese un décimo, aunque no fuese El Gordo, aunque no supiesen quién era el agraciado.

Cuando salió el 00580 del bombo y cayó la bola que lo distinguía como quinto premio de la Lotería, en El Gato Negro, en el número 3 de la avenida Gran Canaria, hubo una pequeña revolución que rompió la calma de una mañana de trabajo normal. "Nos llamaron y nos dijeron que habíamos vendido un décimo", explicaba ayer la dueña de la administración, Marita López, que se declaraba "muy contenta", sobre todo, porque, en cuatro años de vida del negocio, nunca habían dado un gran premio de la Lotería de Navidad. Como en Os Mallos, tampoco sabían ayer quién era el agraciado porque la venta se realizó por el terminal, es decir, que no era un número de los que tenían varias papeletas expuestas en el mostrador.

"El 00580, ¿un número feo? Es bien bonito", bromeaba ayer David Castelo, que asegura que los gustos de sus clientes son muy variados. "Tuvimos el 00120 y se vendió muchísimo y el 2222 también, nunca sabes, hay gente a la que le gustan los números que pensamos que son feos", comentan David y su suegra, Marita López, que es la propietaria de la administración.

Creen que dar un premio, aunque no se hayan quedado con ninguna papeleta del número, siempre beneficia a las administraciones, porque salen en los medios de comunicación y porque los vecinos confían en que les pueden dar suerte al sellar sus boletos. Y ayer, ¿cómo pasaron la mañana? "Pegaditos a la televisión", comentaban ayer, todavía con ilusión de dar El Gordo, aunque, al final, se le escapó.