Indígenas expoliados, migración ilegal, escándalos de pederastia en la Iglesia católica... El papa Francisco concluyó ayer una visita a Chile jalonada por polémicas, antes de viajar a Perú. En su última misa, en una playa del Pacífico, en el norte de Chile, ante 50.000 personas, el Pontífice habló del asunto más emblemático de su papado: la defensa de los migrantes.

Defensor de las "periferias" allá donde vaya, Francisco eligió Playa Lobito, a 20 kilómetros de Iquique -1.800 kilómetros al norte de Santiago- para enarbolar la defensa de los migrantes, un día después de abogar en Temuco (sur), en plena tensión por el conflicto mapuche, por la unidad y el reconocimiento de los pueblos originarios y condenar la violencia.

Pero durante su visita a Chile, destinada en buena medida a restañar las heridas de una Iglesia chilena desacreditada por su silencio ante los escándalos de abusos sexuales del clero, el Papa multiplicó las declaraciones de contrición, aunque finalmente defendió a un obispo acusado de encubrirlos.

"No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia ¿Está claro?", contestó el Papa a periodistas chilenos que le preguntaron a su llegada a Iquique (norte), última etapa de su viaje de tres días a Chile, por qué no apartaba al obispo Juan Barros. Nombrado en enero del 2015 por el Papa obispo de Concepción, Barros, de 61 años, está acusado por las víctimas del sacerdote Fernando Karadima, uno de los casos más emblemáticos de los abusos del clero en Chile, condenado por el Vaticano en 2011 por pederastia, de encubrirlo. "El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar", aseguró el Pontífice a una periodista chilena. El obispo acompañó al Papa durante su visita al país. En Santiago y en Temuco (sur) concelebró las multitudinarias misas y también estuvo presente en Iquique, donde un abrazo de Francisco inflamó las redes sociales.