"La cuestión quizás no sea la historia individual porque, tras una etapa complicada, unos y otros vamos saliendo adelante. La reflexión es como sistema, como país, como futuro... ¿apostamos fuerte por investigar y aprovechamos todos los recursos empleados hasta ahora en esta área o no lo hacemos?". Coinciden los investigadores que protagonizan este reportaje en la importancia de plantearse las carreras a largo plazo. Pasan de los 40 y una situación inesperada en el año 2011 les hizo replantearse el futuro.

En aquel momento tenían treinta y pico de años y esperaban, como había sido previamente, pasar las evaluaciones de sus contratos de aquel entonces para optar a una plaza estable como investigador, con casi dos décadas de experiencia en aquel momento. Pero el sistema no permitió estabilizar a todos los que aguardaban. Ocurrió con los contratos Parga Pondal, los casos de Antonio Rodríguez y Ezequiel Álvarez.

Era 2011 y la crisis se preparaba para enseñar su cara más dura. La soñada estabilidad tras años y años de investigación pareció esfumarse: las propias universidades sufrieron restricciones para convocar plazas y reducción de fondos.

Antonio Rodríguez, uno de aquellos Parga Pondal, con dos patentes y años especializado en la búsqueda de principios activos para buscar tratamientos contra el cáncer, tuvo que reinventarse. Combina ahora docencia en un instituto con trabajos de investigación en una consultoría (especializada en Medio Ambiente) que él mismo abrió.

Ezequiel Álvarez, farmacéutico de formación y con dos décadas de investigación en Cardiología, consiguió quedarse en el grupo de investigación de Santiago: la captación de proyectos permite financiar su puesto de trabajo. "Lo miro con perspectiva y en su momento yo lo explicaba: yo soy farmacéutico, puedo irme ahora a una oficina de farmacia, pero llevo toda mi vida investigando en el área de cardio. Este perfil, el difícil de encontrar, es el que cuesta formar, tanto personalmente como por parte de los recursos que invierte el propio país, y es curiosamente el que está en riesgo, el que se pierde. Hay muchos titulados en Farmacia que pueden desempeñar las tareas vinculadas con dicha formación pero con mi perfil, no muchos", cuenta Álvarez. Ellos mismos indican que la capacidad de un investigador cuando llega a los 40 años está "en lo mejor" para continuar defendiendo líneas de investigación en sus especialidades.