La ciencia pierde a su gran historiador del tiempo. El astrofísico británico Stephen Hawking, una de las figuras clave en la investigación sobre el origen del universo y, sin duda, el científico más conocido del mundo, falleció ayer en Cambridge (Inglaterra), a los 76 años.

Diagnosticado de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) a los 21 años, una enfermedad que le postraría en una silla de ruedas y que iría degenerando hasta dejarle casi completamente paralizado, Hawking no dejó que su situación le limitase y completó una impresionante trayectoria que le convirtió en el científico más popular, desde Albert Einstein, en el ámbito global. Sus apariciones en series de televisión y su película biográfica, La teoría del todo (James Marsh, 2014), demuestran su condición de icono popular. Su legado desborda, pues, la vertiente académica: gracias a Hawking, el gran público se interesó y profundizó en conceptos como la teoría cuántica o el Big Bang.

La vida del astrofísico discurre entre los dos grandes centros británicos del saber, Oxford y Cambridge, y se define por el mismo esfuerzo con el que se emplean los remeros que, cada año, defienden los colores de las dos grandes universidades en las oscuras aguas del Támesis. Stephen William Hawking nació en Oxford, el 8 de enero de 1942; justo el día que se cumplían 300 años de la muerte de Galileo. Sus padres, el biólogo Frank Hawking y su esposa Isobel, habían llegado a la ciudad universitaria huyendo de los bombardeos alemanes sobre Londres, y allí retornaría el futuro científico para estudiar matemáticas.

Como alumno, Hawking no era especialmente brillante. Con los años, llegaría a reconocer que se aburría en clase, lo que le llevó a la práctica del remo. Una vez graduado, completó los estudios de posgrado en Cambridge, donde se doctoró en 1966, especializándose en astronomía teórica y cosmología. Ese mismo año ganó el Premio Adams, que entrega la propia universidad a un joven matemático destacado, que compartió con el que habría de ser uno de sus más estrechos colaboradores, Roger Penrose.

Para entonces, ya había contraído matrimonio con la lingüista Jane Wilde, con la que tendría tres hijos, y había sido diagnosticado de ELA. "En lugar de sucumbir a la depresión, como podrían haber hecho otros, comenzó a centrar su atención en algunas de las preguntas más fundamentales sobre la naturaleza física del universo. A su debido tiempo, lograría éxitos extraordinarios contra las discapacidades físicas más severas. Desafiando la opinión médica establecida, logró vivir otros 55 años", recordaba ayer Roger Penrose, en un obituario sobre su colega de profesión publicado en el diario británico The Guardian.

En los años siguientes, Hawking obtendría una gran repercusión con sus investigaciones científicas hasta llegar en 1974, con apenas 32 años, a ingresar en la Royal Society, la sociedad científica de mayor prestigio del Reino Unido. Fue consecuencia directa de sus teorías innovadoras respecto a la física cuántica, que le permitieron concluir que los agujeros negros, en contra de la creencia generalizada, emiten radiación: es lo que se conoce, en su honor, como radiación de Hawking. En paralelo, la degeneración física aparejada a su enfermedad le postró en una silla de ruedas y fue reduciendo su movilidad de manera dramática.

"Mis expectativas se redujeron a cero cuando tenía 21 años. El resto ha sido un regalo", declararía años después Hawking, en referencia a su enfermedad. Sobre su manera de enfrentarse a ese mal, el científico habría acuñado otra expresiva frase, que ayer la Universidad de Cambridge recuperó en forma de tuit "Mira hacia arriba, a las estrellas, y no hacia abajo, a tus pies". Una actitud que le permitió, en 1979, acceder a la prestigiosa Cátedra Lucasiana de Matemáticas de esa universidad. La misma que había ocupado, entre 1669 y 1702, Sir Isaac Newton.

Su notable prestigio académico se tornaría en celebridad mundial a partir de 1988: el año en el que publica su popular Breve historia del tiempo. Una popularidad acrecentada por su condición de discapacitado. "Incluso la mera supervivencia hubiera sido una maravilla médica, pero por supuesto no solo sobrevivió. Se convirtió en uno de los científicos más famosos del mundo, aclamado como un investigador líder mundial en física matemática por sus libros, convertidos en best sellers, sobre el espacio, el tiempo y el cosmos, y por su asombroso triunfo sobre la adversidad", afirma Martin Rees, del Trinity College y que conoció a Stephen Hawking durante sus años de estudiante.

Esa popularidad le abrió muchas puertas y dio una dimensión mayor a su trabajo, pero también le condicionó a la hora de llevar una vida normal. "Por culpa de mi silla de ruedas me resulta imposible viajar de incógnito. En todo el mundo la gente me reconoce y quiere fotografiarse conmigo. Quieren un héroe de la ciencia como fue Einstein. Yo respondo al estereotipo del genio discapacitado, pero no soy un genio como lo era Einstein", reflexionaba Hawking en 2005.

Para esos años, el científico vivía uno de los episodios más amargos de su vida personal: el ocaso de su segundo matrimonio. En 1990, Hawking se había separado de Jane Wilde, después de que las limitaciones impuestas por su enfermedad les distanciasen. El astrofísico conoció entonces a la enfermera Elaine Mason, con la que se casaría en 1995. Este segundo matrimonio duró once años, hasta que se consumó una convulsa ruptura, con los hijos de Hawking acusando a Mason de malos tratos.

Pero la popularidad de Hawking ni siquiera se resintió por ese episodio. Su carisma y su sentido del humor le hicieron acreedor del cariño universal y le convirtieron en un icono popular. Quienes le conocieron destacaban ayer ese sentido del humor, que paseó por series tan populares como Los Simpson o Big Bang Theory. También su condición de heredero de Einstein, al que le une además una curiosa coincidencia: porque el hombre que nació en Oxford cuando se cumplían 300 años de la muerte de Newton, falleció en Cambridge el mismo día en el que, 139 años antes, había nacido el gran teórico de la relatividad. Ese 14 de marzo que es conocido entre los anglosajones como el "día de Pi" por su costumbre de situar antes el mes que el día (3,14).

De los múltiples elogios que concitaron su talla como científico y ser humano, pocas alcanzaron la concreción de la emitida por la NASA en su cuenta de Twitter: "Sus teorías desbloquearon un universo de posibilidades que nosotros y el mundo estamos explorando. Quizá te quedes volando como Supermán en la microgravedad, como le dijiste a los astronautas de la Estación Espacial Internacional en 2014".