Hace 12 años cuando apenas había superado la barrera de los cincuenta, salió a pasear como cada día con su hija y notó que un pie no le obedecía. Poco después, la coruñesa Pili Villarino comenzó a tener temblores en la mano y lo tuvo claro. Con la experiencia de cuidar durante tres años a su suegra con párkinson acudió al médico con el diagnóstico ya de antemano en su cabeza. Un año y medio después y tras someterse a varias pruebas para descartar otras patologías, el especialista confirmó la enfermedad. "Al no descubrir ninguna otra cosa, el médico me dijo 'está todo muy bien, tiene usted párkinson", recuerda esta coruñesa, quien reconoce que asumió "muy bien la enfermedad, soy muy optimista". Con la experiencia que le da llevar más de una década con esta patología, Villarino quiere lanzar un mensaje positivo sobre esta enfermedad neurológica que afecta a unos 13.000 gallegos y cuyo Día Mundial se conmemora hoy con una suelta de globos en la plaza de María Pita de A Coruña.

Diagnosticada desde hace más de una década, reconoce que es ahora cuando comienza a notar más problemas con los movimientos, pero que siempre ha llevado una vida normal. Algo que no todos los pacientes consiguen. Por ello, el lema de este año para el Día Mundial de Párkinson es Lo que más duele es cómo me miras, con el que "se busca que los pacientes mantengan su vida personal y social anterior a al diagnóstico" así como lanzar un mensaje de "normalización" de la enfermedad y fomentar la integración de los afectados, explican desde la Asociación Parkinson Galicia-Coruña, donde reconocen que el desconocimiento de la enfermedad es su gran lastre.

El párkinson -que afecta a más de 160.000 personas en toda España- es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente (solo por detrás del alzhéimer), pero vive rodeada de falsos mitos. "El mayor error es que suele asociarse únicamente a temblores y hasta un 30% de los pacientes no los tienen", explican desde la asociación coruñesa, donde añaden: "Otro mito es creer que es solo algo de personas mayores. Uno de cada cinco pacientes tienen menos de 50 años".

Esta patología se caracteriza por le pérdida o degeneración de neuronas en la sustancia negra del cerebro, lo que provoca falta de dopamina en el organismo, un elemento clave para que el ser humano realice los movimientos con normalidad. Ella es la que envía la información para moverse y cuando comienzar a faltar, aparece rigidez, temblores o partes del cuerpo que parecen no responder a las órdenes de su dueño o lo hacen de forma mucho más lenta. Pero hay otros síntomas que pueden poner en alerta al paciente. La inestabilidad postural, trastornos del sueño (somnolencia diurna, insomnio o pesadillas y sueños vívidos), del olfato o sudoración excesiva son otras de las consecuencias que puede conllevar esta patología, según explican en la Federación Española de Párkinson, donde reconocen que la enfermedad pasa por varios estadíos y que normalmente no es hasta una década después de los primeros síntomas cuando la patología suele estar en fase avanzada, es decir, los pacientes comienzan a tener complicaciones motoras o trastornos del sueño o cognitivos.

Pese a que se desconoce la causa del párkinson -se cree que pueden influir desde factores medioambientales hasta algún componente genético- y por el momento no hay cura, la esperanza de vida de estos pacientes ha aumentado en los últimos años ya que, como sostienen muchos expertos, no es una patología mortal en sí misma ya que la mayoría de los pacientes, pese a la creencia popular, fallecerá por otro motivo. Los tratamientos actuales -tanto farmacológicos como quirúrgicos y las actividades de rehabilitación o logopedia- permiten mejorar o demorar los síntomas de la patología.

Desde la Sociedad Española de Neurología advierten de que el número de afectados no deja de aumentar -unos 10.000 nuevos casos al año- y calculan que se triplicarán en 2050. Pero desde las asociaciones de ayuda a los pacientes y sus familias lanzan un mensaje positivo: tras el diagnóstico hay que intentar mantener la vida anterior tanto a nivel social y personal y con la ayuda de los fármacos y actividades de rehabilitación se podrá hacer vida normal durante años.