Lamentablemente me ha tocado vivir una larga temporada acompañada de diferentes especialistas de la salud. Médicos, enfermeras y demás personal de diversos centros sanitarios públicos y privados han pasado a formar parte de mi rutina diaria, volviendo a confirmarse mi buena opinión sobre todos ellos tanto a nivel personal como profesional. Y deseo compartirlo porque lo merecen.

La estructura sanitaria resulta complicada de entender para los que no formamos parte de ella. Cuando acudes a una consulta médica o a un hospital, entras en un sistema desconocido que ellos controlan a la perfección. Los datos confirman que las mayores quejas se concentran en los tiempos de espera, especialmente en Urgencias. Aunque es difícil, debemos intentar pensar que somos muchos pacientes y que ellos deben decidir quién tiene preferencia en función de la patología por la que se haya acudido (y no por ser amigo del que elabora el parte de admisión como muchos piensan y dicen a voz en grito). Confía en su criterio.

Una vez que nos han atendido, los problemas se centran en la desconfianza que muchos pacientes sienten acerca de la labor del médico. En ocasiones no aceptan su diagnóstico, intentan mediar en el tratamiento pautado o se sienten poco atendidos por que "ya se sabe que no tienen tiempo". No es así. Los profesionales que nos atienden se ocupan de curarnos y de mejorar nuestro estado de salud utilizando todos los mecanismos que tienen a su alcance. Puede que no nos guste oír lo que nos dicen, pero se basan en nuestra historia clínica, en los síntomas que les describimos, en las pruebas objetivas que realizan y, especialmente, en sus conocimientos médicos. Con todos estos parámetros no van a equivocarse tantas veces como piensan los que les critican sin razón ni conocimientos.

Un caso muy típico es el de quienes acuden con un catarro a la consulta y se marchan de ella enfadados porque el médico no les ha dado el antibiótico que creen necesitar "porque siempre acaban tomándolo y esta vez ocurrirá lo mismo". ¿No habéis escuchado esta frase cientos de veces?

Además, y si por algún motivo inesperado algo sale mal, los médicos se enfrentan a múltiples problemas legales que pueden acabar con su carrera. No todos los casos que llegan a los tribunales tienen prosperabilidad desde el punto de vista jurídico (la inmensa mayoría acaban desestimándose), pero cada vez son más los que acuden a la vía jurisdiccional. Es cierto que los pacientes tenemos derechos pero? ¿y los médicos?

Cometer errores es humano. Y, en este caso, muy peligroso porque hablamos de la vida de una persona. Pero suelen ser eso, errores, que no se producen porque la intención de los que nos atienden sea la de atendernos mal o de perjudicarnos. Es normal que quienes lo sufren quieran buscar soluciones y recurran a todo para encontrarlas, pero culpabilizarlos no es la mejor solución.

Generaciones anteriores de profesionales han vivido el desempeño de su trabajo de manera diferente y no se sentían tan presionados como en la actualidad. Quienes ejercen ahora la Medicina viven pendientes de consideraciones legales que pueden llegar a causarles serios contratiempos profesionales y vitales.

Cuando todo sale bien, que es la mayor parte de las veces, es muy raro que les demos las gracias. Nos parece que lo que han hecho es, simplemente, cumplir con su obligación, que tendrían que curarnos necesariamente y que no es un mérito añadido el hecho de que estemos recuperados gracias a la labor de los especialistas sanitarios que nos han atendido. ¿No creéis que somos unos desagradecidos?

Nuestro sistema sanitario es uno de los mejores, si no el mejor, del mundo. Y la parte primordial es la peor tratada, los médicos que forman parte de él. Trabajan muchas horas, duramente, muchos sin los contratos millonarios que los externos suponemos, con una vida personal muy limitada y con múltiples problemas asociados al ejercicio profesional. En general, lo que merecen es nuestro respeto y admiración. Disfrutemos de su labor desinteresada y buen trabajo diario.