El rito garífuna. Garífuna es, literalmente, gente que come yuca. Son esos aborígenes simpaticotes y bonachones a los que vemos llevar en barca a los supervivientes, a los que

entienden ni una palabra. Cosa que, todo hay que decirlo, a nosotros, siendo compatriotas, también nos pasa con muchos. Los garífunas ya no son lo que eran, como suele. Hoy en día muchos son católicos, o de otra fe, y se casan como quiere casarse Chabelita, esto es, de blanco y por la iglesia. Pero aún mantienen sus ritos, más vistosos. Por eso a la niña Pantoja la han casado así, en un visto y no visto, en directo y por el rito garífuna. El novio, eso sí, quedó eximido de la obligación de pasarse los tres días

previos pescando de sol a sol y la novia llevaba un modelito más adlib que garífuno. También chirriaba un poco con la cultura -y la fauna y la flora- autóctona la presencia del corpóreo (el personaje en cartón piedra y a tamaño real, en jerga televisiva) de Isabel madre, toda encajes. Isabel tenía que estar allí -por la cotización- pero no estaba. Porque allí había tambores, lo que tocan los garífuna. Pero no reguetón. Que es lo que a ella le mueve ahora. El reguetón de Kiko.

Amor de madre. Garífuna o no.

Reinas. Reina no hay solo una. La historia y las dinastías están hasta arriba. Las series de televisión, también. Luego están la reina de las nieves, la reina de los mares, la reina del Chantecler, la reina de Saba, la de la Hesta, la de la casa, la de la copla, la del baile, las reinas de las mañanas, las reinas de belleza... Son títulos que van pasando de mano cada año como las tiaras. Las reinas, decíamos, no son únicas. Con dos excepciones. Una, que seas abeja y vivas en una colmena. O dos, que seas Isabel Preysler. Esta reina -de corazones, concretamente- no tiene -desde que se deshizo del cantante universal- quien le robe un plano, quien se interponga entre ella y el objetivo. No piensa en abdicar ni en retiros eméritos y, por no tener, no tiene ni heredera claramente señalada. Tamara no es lo mismo. Tira más a princesa. De cuento. De fábula. Toda ella cuesta de creer.

Damas y caballeros. Por lo que se ve -no por lo que se ve, por lo que el caballero airea de la dama, ese tipo de cosas que los caballeros jamás airearían de las damas-Máximo Valverde e Isabel Pantoja vivieron in illo témpore un romance. Tan buen recuerdo guarda M áximo -en adelante, el galán- de lo suyo con Maribel -desde ahora, la tonadillera-, aunque fue breve y hace décadas y décadas, se diría que miríadas, que lo ha convertido en espectáculo, con sus números musicales y todo. Aquello de los artistas, que todo lo que tocan lo vuelven arte. El galán hará de sí mismo. Su mejor papel.

El coche. Carmencita ha estrenado cochazo. Ducado todavía no, pero novio y coche, sí. Dicen que se la ha visto al volante de uno de alta gama, de esos que valen un pico. Como la llevaron a buenos colegios y de su abuelo cuenta la leyenda -común a casi todos los de lo suyo, por cierto- que era austero, cuanto menos de puertas para afuera, seguro que conoce la regla. La regla de la compra del automóvil es la regla 20/4/10. A saber: paga de entrada al menos el MKJ, no lo financies más allá de cuatro años y que los gastos mensuales no superen el LK J de tu sueldo. Ah, calla, que la mujer acaba de heredar una buena heredad, fruto de la austeridad de la familia. Y no tiene nómina, ni la ha tenido nunca. Jamás. N i eso, ni delantal, ni chándal.

La letrada. La última hora del culebrón representante-representada (digo del Representante de España y la Representada de España; ni punto de comparación con Amador Mohedano) es el fichaje, por parte del perdedor de la causa, de la abogada [sic] "terror de La Fábrica de la Tele" y, para más currículum, defensora del honor de Agustín Pantoja y reciente divorciadora -si tal existiera- de Chabelita y Alejandro Albalá. El culebrón, a lo tonto a lo tonto, dura ya casi dos años y medio. Como todo buen culebrón, se ha metido en nuestras vidas, en nuestra cotidianidad, en nuestro día a día, en nuestros cajones y nuestros cojines, como Toñi Moreno o las cápsulas de café. Con los representantes y las representadas pasa igual, o parecido, que con los culebrones, los programas diarios y las cápsulas: te los dosifican y te vas enganchando sin darte cuenta. Y, del mismo modo, pasan del amor al odio, del apego a la traición, del negocio al ocio y del plató al juzgado sin solución de continuidad. Ahora que ándense con ojo, que con los letrados y las letradas de postín pasa tres cuartos de lo mismo. ¿O no recuerdan lo de Alba Carrillo y Teresa Bueyes?